martes, 27 de julio de 2010

Lunes llenos

Los nudos cruzados
Y las patas
Los caminos vueltos
Y las ratas
Los laberintos encaprichados
Y las cataratas
Los lados sin ángulos de las sortijas
Las lagartijas
Y las patatas
Los truenos encaramados
Las ruinas listas
Y las baratas
Los tratos tontos
Y los buenos de la ley
Los conocidos y los muertos
Los duros de poseer
Las veinte culebras
Y la túnica del revés
Los cincuenta robos
Y los tropiezos sin pies
Y todos los martes
Y todos los brailes
Y todas las quintas avenidas
Y los sueños detrás
Y todos los culpables
Y todos los demás
Y todos los que el lunes
Se dejaron a la luna detrás.

jueves, 22 de julio de 2010

* (19/07/2010)

Se te iban los ojos,
se te iban los ojos como a una polilla errante
y dibujabas más que con las ganas,
y dibujabas más que con tus cuerdas.
Se te fueron los ojos como a un animal sentado.
Se te quedaron los pies mojados y la vista del revés.
Se nos fueron a todos las ganas de reír llorando.
Se nos fueron a todos las ansias de volar.
Te quisimos por un tiempo,
te tuvimos,
te soltamos después.
Quédate a salvo.
Más allá del infierno y las ganas,
más allá de tu dulce corazón
desencajado en un vaso de cristal.
Se te fueron los ojos
y te acompañamos
hasta dónde pudimos llegar.
*

sábado, 10 de julio de 2010

Las fiestas o el repicar auspicioso de las olas

Nos unimos para hacer esas cosas que solemos hacer; comer, beber, dormir, tener hijos, asistir a fiestas y celebraciones. Me pregunto qué diferencia habrá entre la vida construida y la vida encontrada; la clase vida que llega sin más. Porque, ¿llega sin más? ¿O también la construimos, desde nuestro rincón más alejado del epicentro racional? Me pregunto dónde está el punto medio entre nuestros planes y lo que sucede y nos gusta y nos quedamos allí. Cuando la vida cambia de rumbo, en casi menos de dos décimas de segundo, y se nos presenta radiante y nos demuestra que sin ella, sin su independiente transcurrir, nada que nuestras solas manos ni nuestra única mente disciplinada podrían haber llegado a construir. Pues casi nada está a la altura de la vida misma. Ella, por sí sola, tiene un poder tan grande que nos hace temblar. Nuestros planes se quedan entonces en un espejo difuminado. Me pregunto si el espejismo de nuestros planes se convierte entonces en deseos a seguir, y que la parte más grande de nuestro plan de fondo residió siempre detrás de lo que no pudimos controlar, detrás de lo que no contemplamos; de lo que se anuncia y arrasa, de lo que aparece y desmorona el mundo anterior, de lo que cambia nuestros impulsos de animal solitario por evidencias de animal social. Y nos unimos quizás, cuando intuimos que estamos, todos en una misma barca, en una misma arca repleta de animales y seres y objetos sin identificar, y que o nos subimos o las olas se nos llevarán tan lejos que nadie nos volverá a encontrar jamás.

jueves, 1 de julio de 2010

Morder o no morder (Movimientos de literatura erótica en 200 palabras)

Se me comenzaron a escurrir las medias como de costumbre. Marcos me estaba mirando y yo no podía dar un paso en falso. Me trasladé hasta el segundo escritorio cual geisha despiadada, dirigiendo mis pies en perfecta comunión, admirable maestría, y todo, por conservar mi status, por santiguar las reglas por enésima vez. Tuve tan mala suerte que aterricé de un golpe —la maldita goma de borrar se había interpuesto en mi camino— en la mesa de Claudia. Ésta se había ausentado momentáneamente y había dejado un pastelito de manzana al lado del lapicero, a medio morder. Los ojos de Marcos seguían clavados en mí. Si mi intención previa había sido retirarme a un lugar discreto en el que no “sugerir” absolutamente nada mientras me subía las medias, las imaginativas pruebas del destino me lo volvieron a poner difícil. Marcos me miraba y la manzana mordida comenzaba a filtrarse en mis sedientas fauces. Subía con sus hilos de acidez como cerdas de grano azucarado, escarbando en lo más profundo de mis papilas gustativas, agarrándose como garfios que quisieran dejarme al descubierto, dejarme sin piel —y sin puesto, por supuesto—. Yo insistí en poner mi cara de “poker”. Me escurrí.