El mundo se aguanta sin remos. Como una barca absurda, como un arca sin red, como un tren sin suelo, como una estancia sin pies. El mundo se aguanta por los pelos y ensoñamos paredes y establos sin ningún tipo de freno ni rehén, sin asomarnos demasiado al precipitado arcén, sin percatar demasiado que la tierra alargó su mano para darnos algo que coger, sin percatar todavía menos que la tierra nos estuvo a punto de coger.