Entonces decidisteis cerrar ese lugar
tan triste y tan zurcido (por lo menos fruncido)
y acostumbrado a morir no más tarde de las 3h.
Pensasteis que quizás así dejarían de
amontonarse palomas y alcantarillas (murciélagos)
y otras ratas del lugar.
Imaginasteis que los ladridos y las chimeneas
se harían trizas en un abrir y cerrar de ojos (un par)
pero tuvisteis que empecinar tres vigas a un trozo de pan.
Ya os advertí que ni las fiebres ni las copas
tendrían la suficiente furia de escapar (huir del lugar)
y que quedaríais tiesos en el intento. Como la sal.