Nadie te va a salvar,
Ni del fuego,
Ni del agua,
Ni de las castañas.
Nadie va a subir las escaleras por ti,
Nadie va a sacar el dolor de tu pecho por ti,
Ni tampoco va a secar el sudor de tu frente.
Nadie va a salvarte definitivamente
De esta tierra que arde.
Nadie más que la muerte te salvará jamás.
El resto son débiles espejismos,
Mayas flotantes,
Pedazos de un oasis que se quedó sin palmeras.
El resto son algarabías que cuentan historias
De héroes y chimpancés, de príncipes y sapos,
De pegasos y de norias que te devolverán al final,
Al suelo,
Al arrecife,
Al coral.
Nadie se atreverá a salvarte
Si no quiere esquinarse entre cuatro barrotes,
Nadie te salvará
Y si lo intenta verás como riza el rizo,
Te pinchas con el erizo
Y le perdonas de nuevo
Por haber desafiado sin suerte
La ley de la gravedad.
Nadie se atreverá a acompañarte
Cuando sepa que la suerte y la muerte
Son hermanas de la jauría y del límite,
De la espesura y el corazón sobre la ruina,
Y de la astucia que se levanta sin tregua
Sobre cada mañana de risa y pan.
Nadie se atreverá a salvarte
Cuando sepa que el que salva
Va directo a ser salvado
Y a restar de nuevo
Al descubierto,
En medio,
Laberinto eternizado,
Del huracán.