Llamaradas perdidas
en la calle cortada por obras
y un par de alcantarillas sudadas.
Quinientas ratas acorraladas
y vosotros soñando dibujar
algo más que humo de cigarro.
Hay ruinas menos pensadas
hay casas tristes y escasas
hay solares dónde nacen paredes.
Un universo en construcción
un erial de esquinas rotas
dónde juegan a dejar de jugar.
Sonámbulos cayendo como péndulos
durmientes dormidos hasta la médula
ojos encendidos como lámparas de aceite.
Y el polvo, atravesando la ciudad
como una mancha que borra
todo lo construido
todo lo guardado
todo lo perdido.
Y el polvo, bañando la ciudad
con su sed de ceguera
con su muerte añeja
con su don de altura.
Nacimos sordos
y permanecimos sordos
cuando dimos por hecho
todo lo que amontonamos
a nuestro alrededor.
Echando el mundo sobre los hombros
agarrotando músculos y manos
cediendo el cuerpo a otro ente
compuesto por el polvo
y los desechos orgánicos
que ya no eran de nadie.
Subimos ya montañas
que no sentíamos
porque sentíamos poco o nada
o no sabíamos discernir
lo uno de lo otro
lo muerto de lo roto
lo triste de lo estoico
lo claro de lo soso
lo dulce de lo ñoño.
¿Cómo nos enseñarían las escuelas
de nuevo a construir?
¿Cómo nos enseñarían las escuelas
a quitar el polvo
bajo el que se encuentra todo lo que somos?