Cada palabra es un ruido que salta.
Cada sonido es un color dibujado en el zapato.
Cada pronuncia es una llama dormida al fondo del reloj.
Cada instrumento es un hueco que se salva cuando habla.
Cada segundo es un latido a punto de cruzar.
Cada tambor es un señor que carga con su suerte.
Cada ruiseñor es un aullido y es una voz.
Cada maullido es el retorcido esfuerzo de una guitarra.
Cada remolino es un agudo que sube, sube, sube y cae.