Cuando la vida no era fuego,
solía pasear a mis anchas
los veranos eran largos
y el tiempo pasaba despacio.
Cuando la vida no era fuego
andaba ligera de cascos
y resonaba el aire en mi cuello
como las hojas enredadas.
Cuando la vida no era fuego
existía un lago en cada banco
guardaba el silencio al lado
como un abrigo de plumas
blancas y escudriñadas.
Cuando la vida no era fuego
tenía tiempo de merodear
tenía tiempo de observar
y nadie me preguntaba,
y yo libre aguardaba.
Cuando la vida no era fuego
escribía en mis papeles de agua
y trepaba por los muros
como una nube de escarcha
y llaves y sellos y secretos.
Cuando la vida no era fuego
planeaba como los aviones
y me escondía en los cajones
y nadie me preguntaba,
y yo libre aguardaba.