Este mundo de papel nos atrapa.
Y no hay tregua.
Me quema el alma.
Como un papel quemado.
Como el cigarro.
Y ya no hay aire.
Este mundo de papel
son cuatro paredes que se estrechan
y afuera hay dinero sucio y barro
y gente que corre por nada
y gente que se cae
y se pela las rodillas
y gente que se ahoga.
Este mundo de papel
grita y nos dice “no soy nada”
y la nada inunda todas partes
y oímos a una multitud que nos repite
“no somos nada”
y tú te caes al suelo otra vez
y ya nadie te disculpa
porque les da igual
no ser nada y seguir andando
pero sí les importa disimular
seguir hablando
seguir andando
seguir nadando
seguir haciendo nada.
Yo nunca me creí
que la nada existiera
pero ahora me tengo que
esforzar cada vez más
en no caer y en no llorar
en medio de ese griterío
y del fango.
Si somos todos seres humanos
con tripas, cerebro y un corazón
¿Cómo no se retuercen de dolor
al vernos sufrir la injusticia o la nada?
¿Cómo no se quedan sin aire
cuando el amor ya no es lo más grande?
¿Cómo no lanzan aullidos cuando morimos
depredándonos a nosotros mismos?
Un universo dónde se pasa por alto
lo intrínseco a nuestra naturaleza
no es un universo hecho a nuestra medida.
Un universo dónde se premia sólo lo visible
no es un universo que comprenda la realidad.
Un universo que se mueve por el intercambio
de una moneda en vez de intercambiar
el aprendizaje de nuestra propia imperfección
no puede ser justo ni adaptable a nuestras necesidades
concebidas en su totalidad.
La moneda sólo sirve para darnos de comer.
¿Y el resto? ¿Dónde queda el resto?
¿Dónde estamos nosotros?
¿Quemándonos, como el papel?