Los árboles crecían debajo de la tierra
Y se hundían sus raíces bajo el agua
Y comunicaban su savia con el resto
De la vida subterránea,
Con sus manos de ciempiés
Y escarcha, con sus uñas en marcha,
Con sus jamelgos disfrazados de cilantro,
Y su manera de soñar profunda,
Su ansia calma por correr hacia el fondo,
Su deseo de buzo de tierra y mar.
Las ramas de los árboles bajaban y jugaban
Inspirando la belleza de lo oculto,
Raspaban con su nariz los nidos de huella,
Se dejaban llevar por los mapas de oído,
Conjuraban vicios y onomatopeyas
Sin dejar de bajar y bajar y bajar,
Sin dejar de reír demasiado
O sin dejar de vencerse al agua,
Y volvieron a encontrar
Joyas con plumas plateadas
Y bolitas brillantes
De todos los colores,
Y creyeron ver pájaros
Allá abajo
Que se esforzaban
Por volar.
Y de nuevo
Los árboles volaron
Sin saber cómo
Y de lo profundo
Podían nacer estrellas o flores
Que estaban en contacto con otras dimensiones
Y cruzaron sin más el límite horizontal
Se quitaron los pesos y nacieron como globos
Como espías aventajados del universo
Como serpentinas lanzadas al espacio
Como topos que se deciden a salir,
Y comprobaron que su savia
Tenía el poder intrínseco
De la velocidad.