Me dijeron que el silencio
se iría por el desagüe.
Que en el centro del mundo
siempre es de noche.
Que por dentro estamos
hechos de oscuridad.
Me dijeron que todo
lo que no vemos
puede mordernos
igual de fuerte
en el estómago,
en cualquier momento,
en cualquier ciudad.
Nuestro fuero interno
es un desconocido veloz.
Y la pátina social
es un insulto
para los que corren.
Me dormiría si pudiera
quedarme para siempre
dentro de esta intensidad
informe y deshuesada.
Me dijeron que el silencio
sólo era una parte de mí.
Me dijeron que vinimos
de este agujero negro,
y que no cesaríamos de volver
de devolver, de volver a él.
Y traté de sacarlo todo afuera,
traté de arrojar silencio
sobre la oscuridad informe,
traté de poner notas a la carne,
traté de escupir fuerte para ver,
traté de arrancar rápido para señalar,
traté de girar la piel para poder sentir
lo rutinario y lo amorfo y lo apelmazado,
traté de extraer y de libar la sangre,
traté de vaciarme por entero
una y otra vez de nuevo,
entré en mi vacuidad
y me di cuenta
de que se había vuelto a llenar.