martes, 8 de noviembre de 2011

Carta blanca

No, no voy a decirte nada que no sepas ya, no. Eres la voz que nace del vacío, la voz que te habla por detrás de la oreja, la voz que te susurra boberías desde el cristal. No, no voy a convocar ninguna reunión para hablarte, no. Tú ya sabes cómo somos, los de adentro. Tú ya sabes cómo somos los que escuchamos y los que hablamos. Tú sólo estás cuidando de sostener. Yo respiro y me sitúo en frente de ti. Te miro y no veo nada. Te miro y eres blanco como un cartel sin letras. Sé que puedes escaparte o quedarte enganchado tras la espalda. Sé que puedes volar o precipitarte muy abajo. Sé que sabes jugar con la nieve. Sé que no preguntas nada; sólo callas. Sé que sólo eres papel. Este papel inanimado, este papel que aguarda, este papel sin casa. Y sé que me respondes si yo quiero preguntar, sé que vuelves siempre a mí si yo te lanzo, sé que sabes viajar como las palomas mensajeras desde cualquier lugar, sin entrenamiento previo. Sé que me das placer cuando hurgo en ti. Sé que te dejas tocar, que te gusta que apoltrone todas mis letras en tu piel y hunda mis dedos de forma precipitada y te haga cosquillas. Sé que te sientes en paz haga lo que haga. Sé que te gusta que se apoderen de ti, y hasta que te doblen y hagan formas contigo, o que te quemen si hace falta. Sé que te gusta ser nada, todo y nada o todo a la vez. Dominas el blanco, pero me gusta pensar que nunca dejé de ver todos los colores y todas las formas en ti. El blanco es tan sólo la sugerencia de todo lo que puedes llegar a ser. Sé que te que conozco y que me reconoces cada vez que entro en esta frecuencia tuya tan clara y tan asustada cuando todavía no he picado la primera tecla. Sé que me esperas alguna vez cuando no estoy. Sé que eres un lago en el fondo de un espejo y que das vueltas y vueltas y que no eres plano. Hace siglos que se descubrió. Me gustaría decirte que eres el trozo de tierra más secreto que tengo, ya que puedo hallarte dónde quiera que esté. Sé que te escondes tras todas las hojas y tras todas las libretas, tras todos los trozos de diario roto y tras todas las superficies lisas practicables. Quiero decirte que siempre te encontraré, por muy lejos que vayas. Quiero decirte que estás impreso entre mi saliva y mi garganta, entre mi entrecejo y lo que circunda a mis oídos, entre mi serenidad y mi clarividencia, entre mi desasosiego y mi sed. Quiero decirte algo que ya sabes, algo como por ejemplo que es decirte que ahora estamos aquí, con la boca cerrada, con mucho que decir.