El cosmos no está afuera. Está en cada uno de nosotros. Tan adentro que produce vértigo. On naît dans le noir, pienso. Nacemos en el negro y venimos a la luz un instante. Luego estamos navegando continuamente entre luces y sombras. El cosmos está en nuestros latidos, en nuestras emociones, en nuestras venas y en nuestro sentido de la orientación. Si tenemos prisa, es que algo en nosotros se ha desconectado. Y es imposible no tener prisa habitando en un sistema que no está organizado alrededor o a raíz de las leyes cosmogónicas. Qué pérdida de tiempo, qué desconcierto, qué falta de seguridad. Y en cambio, la paz puede regresar en cualquier momento si respiramos; el conocimiento y el equilibrio regresan al instante cuando cerramos los ojos y aparecen agarrados a la piel interna de nuestros párpados. El universo es uno, y nosotros estamos dentro de él a la vez que él está en nosotros, sin divisiones, presentándose en una globalidad de macropartículas que van hacia un lado y hacia otro, que no paran de moverse y de pedir cosas a la vez que deben aprender a respirar al unísono. Como en una gran orquestra. Un, deux, segundo contenido en el aire…empieza la función, vamos que nos vamos.