lunes, 29 de septiembre de 2008

Paraíso número dieciséis

Paisajes inéditos. Flores azules. Ya no quiero saber nada. Me basta con estar aquí. Sé que hay algo que se confunde. Las mariposas van demasiado rápido. Las moscas se cuelan en los rincones dulces. Y ya nada está afuera. Todo forma parte del mismo círculo. Y se casan las ciudades, y se callan en medio de una cruz. Sé que hay rinocerontes afuera. Más lejos que el mar. En la otra orilla. Los veo, pero ya casi son de sal. No me asustan los cocodrilos. Y se me van las manos. La boca también. Pero se queda, siempre un poco atrás de mis instintos, por prudencia o por pura sobriedad. Nada nos quita todo. Todo es más allá.
Si tiras del hilo, siempre me vas a encontrar. Yo sé que tu cara está al final de la otra orilla, y que tus peces te comen los pies. También sé que hay una torre que se viene abajo, y también sé, que sólo son sueños, ya sé. Sabía andar sin prisas antes de empezar a esperar (en mis eternas salas de espera). Aquí las paredes son blancas. Pero no son de sal. Dime cómo se llama el despertar.