viernes, 30 de octubre de 2009

Lecturas polvorientas

Con las manos dormidas y arrugadas. Ensimismadas y hendidas, sobre la mesa de un volcán. La mujer miraba y se reía con los topos de la entrada. ¿En qué lugar nacieron semejantes individuos? ¿En qué lugar de la tierra inauguraron su tinta roja primordial? ¿En dónde fueron entrenados, adquiridos y en fin adiestrados? Sus manos estaban mucho más lejos de ser manos. Eran palas terrestres, servidumbres del fondo de la humanidad. Acostumbrados y hundidos como una antorcha que tan sólo alumbra los recovecos inmundos de los inframundos, de las hondas superficies, de los oscuros ritmos del corazón subyacente. Se quedó dormida y simuló terminar las lecturas agazapadas en el fondo del desván.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Microrelatos de 151 palabras: Strawberry Cheescake.

Se había terminado el Strawberry Cheescake. Quién me mandaba a mí envolverme en el abrigo beige para lanzarme a la calle a aquellas horas de la noche. A ese paso no terminaría nunca mi novela. Me pareció que el hombre de la caja registradora observaba el bulto incómodo de mi pijama abigarrado bajo el cinturón. Me escondí tras la estantería de las latas de conserva. Me pellizqué los pómulos. Observé mi reflejo en el dorso del bote de atún. “Deme esa chocolatina”, le suplicaba un viejo. “Sepa usted que me han birlado esta mañana un billete de los grandes… Venga, tenga usted un poco de compasión”. Recordé la inconfundible silueta rosada acomodada en el suelo de la calle 13, y al andrajoso aquél dándose a la fuga tras percatar mi sonrisa piadosa. Cogí una bolsa de patatas y me acerqué al mostrador. “Era un billete de diez”, le dije.

martes, 27 de octubre de 2009

Microrelatos de 151 palabras: Hora punta.

Hora punta. El llamante descuelga el auricular. A la espera del fin del hilo musical, juega a los dados con una mano y dibuja garabatos con la otra. Aún así, no puede evitar quedarse en Babia. “Maldito xilófago”, piensa amorrado al escritorio. “Pronto me quedaré sin nada. Deberé zaboyar esos agujeros”. La magnífica composición de Bach transformada en una insulsa melodía se repite sin fin. “Y arruinado, si la telefonista no se digna a contestarme”. Le cuesta obedecer la espera, comprender las desconexiones infinitas que ocurren en esa inmensa red de comunicación. Fantasea con quebrantar sus buenos modales y dignarse a decirles, a los del otro lado, algo con sentido: “- ¡Sabandija asquerosa!” “Sois la punta del iceberg del problema de fondo. Absurdo yacimiento de ideas mal fabricadas. Kilos de ignorancia.” Se mea. “Os podéis meter vuestra música enlatada en la punta…”, cuelga. Watercloset ocupado. Nevera vacía, tan sólo un nabo.

lunes, 26 de octubre de 2009

Sans Savoir

No sabíamos nada de nosotros mismos. No habíamos aprendido a jugar a nada. No supimos dibujar ni una sola imagen. Antes de caer en nuestra propia sal. Ida y vuelta. Billete hasta las tres. Retomamos otro tren que nos embarque en el siguiente bote salvavidas. Contamos horas y panes. Bebemos circos y frambuesas. Dueños somos de nosotros mismos. Dueños somos de nuestra próxima ciudad. Ni un desperdicio ni un paraguas roto. Ninguna promesa más. Debajo de las piedras nacen pedazos de azúcar y sombras de algo que nos queda todavía que estrechar. Una mano sellada en una raíz de menos. Ciudad caduca y más cauta que un caimán apesadumbrado. Bajo el asfalto tenemos un litro de cartas enterradas, espesas y aglutinadas, como la sangre que deja de circular. Poco a poco todavía ciudad-mañana. Poco a poco todavía-aún-mañana ciudad. Y cuántas losas hay que pesan el futuro de los muertos ya. Volteando antes de caer en nuestra propia piel. Como quien rompe la cáscara del huevo, sin saber, hasta qué punto se rompió el cristal.

viernes, 23 de octubre de 2009

El limbo de los justos

Mi gato todavía no ha aprendido a asumir los límites. Ni a aceptar las consecuencias que acarrea cruzar una puerta. Todavía no entiende que si se abre una puerta, otra se cierra detrás. Está dispuesto a pasearse infinitamente en el limbo de las puertas, en el umbral de las separaciones; en un mundo en que no existen ni delante ni detrás, ni pasado ni futuro, sólo un ancho presente de eterno vagar.

martes, 20 de octubre de 2009

LoSimpleDeLoBruto

Obtuvimos un diamante,
torcido y vacilante,
dilatado de estampas
y paquetes:
un diamante real.
Dibujamos su nombre
y el nuestro
en sus adentros,
permitimos sus entradas
en las nuestras,
y supimos
que lo bruto es lo real;
que no había más que pulir,
que no había más que vacilar.
Nos quedamos el diamante,
y nos fuimos al mar.

viernes, 16 de octubre de 2009

Elementos esforzados tras la sospechosa fugacidad

Hay cosas que tienen la particularidad de desaparecer del mapa en cuanto se nombran. Concretamente, cuando se pretenden cazar con dicho nombre. Las palabras hacen aquello que la fotografía nos da: un instante congelado, tiempo detenido. Pero no debemos olvidar que ese término o esa imagen, forman parte del pasado, de una infimísima fracción de segundo, y que el objeto cazado en cuestión, se sigue desenvolviendo por sí solo, como un animal que crece por su cuenta, fuera del marco. Las fotografías cazan objetos tangibles y el ojo pretende terminar de cazar el resto que queda entredicho. Las palabras pretenden cazar, de la misma forma que lo tangible, cosas imposibles de detener. Y querer encarcelar a los vivos en una hoja de papel, presenta a veces situaciones tremendamente absurdas. Por eso mismo, como dice Moussa Ag Assarid a Victor – M. Amela en su entrevista*,”Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo”, se convierte en una paradoja muy tangible de nuestra sociedad. Porque nos pensamos que logramos alcanzar el tiempo atándolo a nuestra muñeca, nos pensamos que logramos alcanzar el amor albergándolo en el hueco de una sortija, nos pensamos que la mariposa fue más inteligente y libre por ser nombrada en un estuche. Cuando lo que realmente hace que estos acontecimientos vivos existan, es, más allá de la nomenclatura e imposición de una seguridad prometida, es el hecho de vivirlos plenamente, sin seguridad y sin miedo, aceptando que tal como vienen, se van. Y no hay más.


*TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO
Entrevista realizada por VÍCTOR-M. AMELA a MOUSSA AG ASSARID.

M -No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...!
Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo

V - ¡Qué turbante tan hermoso...!

M - Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.

V - Es de un azul bellísimo...

M - A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...

V - ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?

M - Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.

V - ¿Por qué?

M - Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

V - ¿Quiénes son los tuareg?

M - Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.

V - ¿Cuántos son?

M - Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.

V - ¿A qué se dedican?

M - Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...

V - ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

M - Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

V - ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

M - Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

V - ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

M - Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

V - Saber eso es valioso, sin duda...

M - Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

V - Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

M - Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!

V - ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

M - Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...

V - Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...

M - Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

V - Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

M - ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

V - ¿Tanto como eso?

M - Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

V - ¿Qué pasó con su familia?

M - Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...

V - ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

M - De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

V - Y lo logró.

M - Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

V - ¡Un tuareg en la universidad. ..!

M - Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.

V - Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

M - Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

V - Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

M - Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

V - Fascinante, desde luego...

M - Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...

V - Qué paz...

M - Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

jueves, 15 de octubre de 2009

La tapiadura del tul.

Los topos bañados se exhiben en tu nombre.
Recorriendo pasillos innumerables y tintas rojas.
Encuentran la sal bajo tapiaduras de noble metal.
Eternizados se visten bajo la luz,
muy dichos de estar en tus adentros .
Extáticos y recubiertos por la negrura del tul.
Regocijados en la espesura de tu carne.
Llenos de polvo.

martes, 13 de octubre de 2009

Cuando Maya se deshace de nuestros ojos extraños, nos deja si pagamos el precio.

Y si nos vaciamos las manos, si nos quitamos la piel y los anillos. Si nos cubrimos de barro y recogemos la piedra que volvemos a echar al río, veremos pasar la luz encerrada de las montañas, para pisar sólo una vez el altar de sus entrañas, poco visitado y parco en palabras, reservado a un escaso minuto por cada siglo. Si recogemos el líquido que nace entre pared y pared, y lo bebemos con el cuenco de las manos, con lo poco que nos queda, tan sólo una vez. Recobraremos entonces el tacto y el sonido, saldremos de la cueva sin quedarnos ciegos, y probaremos el sabor de lo que no tiene precio, tiempo ni espacio, tan sólo un ratito de inmensidad.

lunes, 12 de octubre de 2009

TaLes de luto.

Tras el cristal se mueven, todas esas lluvias finas, y todas esas alas cortadas. Sin saber cuál es la primera frase, pero escuchándola. Sin saber cuál es la última y llevándola al final. Cual sujeto de sacrificio. Esperando a que se nos entregue todo aquello que se nos prometió, por el simple hecho de ser fieles. Por el cruel oficio de ser libres. Tras atravesar el jardín encantado de las palabras, empuñaremos el arma, y escucharemos, una vez más, el eterno resonar de las campanas, tras cada pared.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Terrificados talones.

Estuvimos aniquilados y tristes como un tablón de madera en altamar. Casi redondos pero siempre largos y llenos de astillas, demasiada humedad. Uniformes sin techo, rinconcitos de acero, fiebres salinas en el fondo del final. Huesos flotantes y maderas, resonantes de nácar, mucho más que un aullido sometido al silencio. Nos convertimos en estatuas de la inercia, quizás, en campanas que repican en el suelo sin sonido, quizás, en cuerpos que se olvidan de su humilde condición de cuerpo, en hombres que se olvidan de su afortunada condición de hombre. Enturbiados, aniquilados los ojos, reducidos, limitado nuestro fondo ocular, dirigidos por máquinas y pulsos que provienen de otro lugar (tan alejado de nuestro centro). Y descubrimos que nuestra decisión había sido absolutamente relegada (relegada a un órgano disociado de los otros órganos). Y dijimos: - Vamos a volver a empezar. Quizás las manos ya no sean nuestras. Quizás nuestro asombro sea único y singular. Por mucho que las flores se sigan marchitando, y que los segundos pasen, de par en par. Por mucho que la planta petrolífera se haya instalado en este mar. Dijimos, vamos a volver a cogernos de las manos, vamos a dejar de merodear cual buitres teledirigidos por un caimán. Y aquellas lágrimas del cocodrilo que arde, y aquel par de argumentos para empezar. Y aquella única intención, surgida del cuerpo vanagloriado por la conciencia de su escasa y única condición de hombre. De hombre terrificado en este ancho espacio sideral.

martes, 6 de octubre de 2009

Ruinas calcáreas.

Ya no tengo el corazón encogido como una pluma de cristal.
Ya curé mis ansiados lechos, ya cubrí mis techos de sal.
Se fueron las larvas, se fue el alquitrán.
Y ese chico que me amaba, también se fue.

lunes, 5 de octubre de 2009

Conversaciones con B

A: -Y estamos de acuerdo con las nubes. Aquellos árboles que nos desaventajaron nos dieron ventaja. Y tu guerra fue luz en la oscuridad. Y ni los mástiles ni las raíces nos prometen nada. Porque sabemos que es la sangre alrededor. Y esta fría oscuridad.

B: -Yo no soy un escritor de tierra. Yo escribo en la sangre y en el mar. Yo escribo desde el último lugar en que los ciegos supieron andar sin ramas. Vociferar entre sombras y encinas, y enhebrar la aguja más callada del sedal. Yo os prometo que el final no es más largo que el principio. Y este mar, no es más callado que el principio (…) y este mar, no es más frío que el final.