viernes, 27 de mayo de 2011

La vida secreta de los cajones

Cuando la vida no era fuego,

solía pasear a mis anchas

los veranos eran largos

y el tiempo pasaba despacio.

Cuando la vida no era fuego

andaba ligera de cascos

y resonaba el aire en mi cuello

como las hojas enredadas.

Cuando la vida no era fuego

existía un lago en cada banco

guardaba el silencio al lado

como un abrigo de plumas

blancas y escudriñadas.

Cuando la vida no era fuego

tenía tiempo de merodear

tenía tiempo de observar

y nadie me preguntaba,

y yo libre aguardaba.

Cuando la vida no era fuego

escribía en mis papeles de agua

y trepaba por los muros

como una nube de escarcha

y llaves y sellos y secretos.

Cuando la vida no era fuego

planeaba como los aviones

y me escondía en los cajones

y nadie me preguntaba,

y yo libre aguardaba.

jueves, 26 de mayo de 2011

Las Puertas del Cielo, coordenadas C.C.







Cuando llegamos a la exposición de Carmen Marcos, a finales de abril o a principios de mayo en la calle Diputación, tengo que decir que me equivoqué de coordenadas antes de entrar, es decir que me fui a la puerta que había justo al lado, me equivoqué de puerta del cielo antes de cruzar el pequeño límite que separa las cosas. Y tengo que decir que mi idea de cielo se asemejaba más a la puerta de al lado —grande, de madera, conservando una suerte de oscuridad— que a la propia puerta que nos daba paso a las verdaderas “Puertas del Cielo” —lisa, blanco, cristal, luz de neón—. Curioso cruce de coordenadas.

Por no dejar de decir, debo añadir que la primera vez que vi la invitación de esta exposición, tuve la suerte de verla del revés, así que de alguna manera me pasó lo mismo que antes de entrar en la puerta, me pasó que vi su opuesto antes de ver su cara, su cara tal como nos la presenta la autora. Digo suerte, porque al ver del revés la postal de Puerta del Cielo VI (coordenadas 38º28’45”N 1º19’30”O), tuve la curiosa sensación de estar ante un globo terráqueo hinchado, luminoso y lleno de lava, el cual estaba rodeado de cenizas y flores incandescentes, casi fluorescentes, y debajo de todo esto, respiraba un azul cielo respirable y limpio, un pulmón sano y potencial renovador del mundo. Tuve la suerte de observar el mundo del revés (y creerme que estaba del derecho).

Cuando me di cuenta de que estaba del revés, tuve un poco de saudade del otro mundo, del mundo del pulmón de lava, pero me di cuenta de que seguía estando allí, respirando, justo antes o después de cruzar el pequeño límite que separa lo de al lado con lo de enfrente, lo de arriba con lo de abajo, lo del derecho con lo del revés.

Entonces volví a entrar en las coordenadas de C.C., unas coordenadas en las que mezclaba colores y letras por las que yo ya me había visto cazada hace algunos años, unas coordenadas en las que el cielo tenía sentido si estaba escrito, en las que las letras tenían sentido si resplandecía todavía un poco o demasiado por debajo la luz del cielo, unas coordenadas en las que la tierra quedaba tan solo cómo punto de referencia, como anotación. (Y es curioso porque es justo lo contrario de lo que se puede ver del revés, “la tierra como gran protagonista”).

Aunque si sigo pensando creo que no es tanto cosa del protagonismo del cielo o de la tierra, sino la sensación que tiene el observador cuando se coloca o se le coloca justo en medio del límite, en ese punto exquisito tan buscado por los existencialistas y por Mark Rothko, ese punto dónde por un momento todo se recoloca y puedes volver a pensar de 0. Así yo diría, coordenada 0. Como un huevo que nace. Como un corazón que late en el centro del universo y que no siempre está visible para todos pero ahí sigue estando. Listo para seguir latiendo. Y en el cielo se graban todas las palabras de los hombres, esas que pesan, esas que arden, esas que flotan y acarician el viento, esas que susurran, esas que recuerdan que estamos aquí para hacer algo más que quejarnos. Esas que recuerdan que si por un segundo o por un minuto observamos, quietos y en silencio, daremos la oportunidad a que nuevas ideas y nuevas acciones puedan acercarse y dar paso a un globo terráqueo y una realidad que antes tan solo habríamos podido imaginar estando del revés, pero que ahora, se confunde con la antigua y forma algo que quiere formar parte de un nuevo plan, de una nueva imagen, de una nueva forma de pensar.

Carmen Marcos nos dice, “(…) entiendo que una obra gráfica o pictórica es la imagen rígida y silenciosa de un momento que se enmarca dentro de un proceso de reflexión, y que la obra final es pausa en el desarrollo y no meta endurecida. Como parte de este proceso deberían entenderse estas obras”.

Y yo añado, como parte de este proceso deberían entenderse estas cosas que suceden cuando la vida pasa y nos equivocamos de sentido, de puerta, de partido o de trabajo y todo nos sirve para volver a empezar. Coordenada 0, por supuesto.

Gracias a estas exquisitas piezas con coordenadas C.C. que nos abren las puertas y nos permiten reflexionar.

http://www.cmarcos.net/las-puertas-del-cielo/