sábado, 24 de septiembre de 2011

Early Morning, Bolsos, Sobresaltos

El cielo está gris

Y los zapatos están mojados

El silencio impregna las barbas

De los que duermen

Y enfría a los que no poseen

Ni edredón ni almohada.


Mi gato salta pronto de la cama

Y me reclama con juegos

Y comida

Y yo no tengo hambre

Prefiero yacer entre sonidos

Letras y respiraciones.


Me gusta como suenan

Las cosas cuando el sueño

Me sobresalta demasiado

Temprano

Y puedo esperar

A que el día se haga.


Sin mí.


Ayer sentí la locomotora

Vibrar dentro de mi bolso

Y entendí

Que no estamos


Separados.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Clara, La casa de los espíritus












En la casa de los espíritus de Isabel Allende, otra sumersión de este verano, también se bucea en el encuentro de las clases sociales, entre la riqueza y la pobreza, así como entre lo convencional y lo no convencional, lo socialmente aceptado y lo socialmente no aceptado, los vivos y los muertos. La casa de los espíritus es una novela que revuelve las tripas, y contra todo pronóstico de Bolaño (“Me parece una mala escritora, simple y llanamente, y llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea una escritora, es una escribidora”) (1), me arriesgo a decir que es una "cuentahistorias" magnánima, y que esa virtud tiene un valor incalculable para los habitantes de la sociedad. No es tanto la forma como el contenido. Considero que, por lo menos en esta novela, ya que no he leído otra de esta autora, manifiesta de forma clara y directa verdades que nos atañen a todos, verdades, que como dije al principio, revuelven las tripas. Eso me basta para conectar con ella. No me hace falta clasificarla como escritora o no escritora. (Es obvio que no se dedica a hacer metaliteratura). La literatura es, en un primer contacto, touché o no touché. Y me ha tocado profundamente. Lo que no me tocó tanto, o no del mismo modo, fue lo que vi al proyectar, una semana más tarde de leer la novela, el largometraje The House of the Spirits, dirigida por Bille August en 1993 (2). Es cierto que pasar a la pantalla una novela tan repleta de matices sensibles, perceptibles no solo con los ojos, así como tanta escala cronológica, no es tarea fácil. Lo que sí me parece difícil o penoso es recortar, desde mi punto de vista, los detalles que hicieron mágica la pieza original, o los que la dotaron de sentido y la sustentaron por encima de las otras como pieza de valor. La novela se llama La casa de los espíritus, y los espíritus de esa casa son la telaraña de fondo más sólida que hace de rejilla a todo lo que le sucede en vida a una estirpe familiar a lo largo de su propia historia. En el libro la fluidez entre vivos y muertos es constante, explícita y reconfortante. Ya no se habla de imaginación. Se habla de verdades. En la película tan solo aparece como anécdota o ilustración de un detalle que se presenta como casi cómico. En la novela “La casa” es un personaje vivo y palpitante que se asemeja a un laberinto en constante transformación. En la película la casa es sólo una casa, de cartón piedra. En la novela hay un sinfín de personajes que dotan de importancia a todo el conjunto, como en una partida de ajedrez, en la que ninguno de ellos podría quedar fuera, porque para ese entonces el juego ya no tendría sentido. En la película se saltan una generación entera, y quedan fuera muchos personajes que me hubiera gustado ver plasmados en la pantalla. Me da pena que un tesoro así se quede guardado en el fondo del armario, y que cuando consigue salir, salga tan poco y tan bidimensional, tan ciego, tan banal. En la novela se habla delicadamente de cada uno de los embarazos de la protagonista más fuerte, Clara, y nos ayudan a definir y comprender cosas que no se ven y que por el contrario son claves de conciencia, conciencia generacional. En la película hay hijos que dejan de existir (dos gemelos y una nieta que se abrevia o solapa en hija) y los embarazos junto con la evolución del personaje de Clara se fusilan. Escribo este post para devolverle un poquito de relevancia a esta novela que trata de revelarnos secretos arraigados en la historia, secretos difíciles, sangrientos, claros y transparentes como el personaje interpretado, en la película, por Meryl Streep.

(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Isabel_Allende
(2) http://www.metacafe.com/watch/4183789/the_house_of_the_spirits_movie_trailer/
(3) En la imagen, personaje de Blanca en la película, que une a los personajes Blanca y Alba del libro.

martes, 20 de septiembre de 2011

Jane Austen y la pobreza, Stefan Sweig y la riqueza





















Paralelamente al "Mansfield Park" de Jane Austen he estado leyendo "La embriaguez de la metamorfosis" de Stefan Sweig, a la vez que he visionado de nuevo “Becoming Jane” de Julian Jarrold, largometraje sobre la vida de Jane Austen (http://youtu.be/OYViBfUvSOA).
Tanto en Austen como en Sweig se hace un profundo análisis sobre la transición de personajes que van de la pobreza a la riqueza y viceversa. Los dos analizan, describen y experimentan cómo la condición de la riqueza y/o pobreza pueden turbar las conciencias y la moralidad de los personajes, cómo sucumben a las circunstancias de cada estado y/o cómo resisten anteponiendo por encima de todo sus valores más firmes. Los personajes de Austen, así como la propia autora, anteponen los valores familiares y la rectitud moral por encima de las propias pasiones. Los personajes de Sweig se entregan sin reservas a las erosiones propias de cada contexto y acaban mostrando las caras más desgarradoras y ocultas que contiene un mismo ser humano expuesto a los extremos y polaridades que proponen el tener o no tener dinero, mostrando cómo de fina es la línea que separa un universo del otro, línea que reside en la mente de cada uno y en la rígida mentalidad social de cada contexto. En Sweig observamos lo difícil que resulta para una clase social aceptar el tránsito de un miembro de un estado al otro. En algunos casos el personaje llega a hacer el “click” y a traspasar el límite en su interior, pero para que eso sea real hace falta que los de alrededor también lo hagan, pues en el peor de los casos, si no es así, la crueldad humana llegará a hacerlo pedazos antes de que pueda llegar a transformarse por completo. En Sweig observamos una cantidad de matices plásticamente devastadores, poliédricos y refinadamente precisos, observamos una piel estirada hasta el infinito y vuelta del revés. En Sweig caen todas las máscaras y vuelven a renacer con formas completamente distintas e inesperadas. En Austen podemos sentir el dolor y la fuerza del que (de la que) intenta salir a flote contra viento y marea, de quien se mantiene en pie a pesar de la inmensa fuerza de los sentimientos y los contextos sociales para defender con todas las armas la voluntad, el tesón y la vocación de un ser humano muy particular. Y yo me sigo preguntando: ¿qué es la riqueza, qué es la pobreza? ¿Un estado mental? ¿O una fuerza de la naturaleza?

martes, 6 de septiembre de 2011

Oh, Fanny, Mansfield Park


















*

Este verano tuve el placer de sumergirme en las páginas de Mansfield Park, de la mano de Jane Austen, 1814. Los árboles, la brisa y la sutileza de las relaciones sociales. Oda a Jane y Oda a Fanny, personaje principal de la novela:

Fanny, el criterio y la religiosidad
Los jóvenes y el exalto, el teatro
Edmund, presente y recto
A tu lado el sentimiento cálido
A tu lado la espada y la pared
Oh, Fanny,
Alboroto, estratagema, amistad
Qué es todo esto
A dónde miran
A dónde van
Cómo se pierden en la nube
Laberinto, se escuchan voces
Te cansas, no se cansan, te cansan
Oh, Fanny,
A dónde lleva este erial de gente
Que habla sin cesar
Que muestra sin tope
Que vive de su bella falacia
Y te dejan en la mesa de tejer
Cumpliendo tus tareas
Soportando la carga de los restos
Cuán pesado es tu destino en Mansfield Park
Oh, Fanny,
Puñado de arena sólida, risa de algodón,
Torre que nunca cede a los torcidos de la mente,
Pararrayos de tormentas contiguas,
Zurcidora del desorden moral,
Roedora, superviviente, estoica,
Dama triunfal,
Oh, Fanny,
Sólo los cuerdos traspasan el umbral,
Sólo tú pudiste entrar,
De afuera hacia adentro,
Tras la eternidad,
Después de que todos vivieran,
Tras la fiebre,
Desenfreno, collar,
Después de pisarse todos,
Todo en cenizas, todo en calma,
Y resurges tú,
Cual ave inquebrantable.
Oh, Fanny.
Tu tesón es la verdad
Que reposa
Bajo la hierba y la tierra.
Tu tesón fue la huella
De tu alma de acero
Tu secreto y tu honor
Supieron apreciar
Que nada se pierde
En Mansfield Park.




* Fotograma de una adaptación cinematográfica de la novela dirigida por Iain B. McDonald, 2007.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Sonata más triste de esta noche primero de septiembre

Por qué nuestra vida son despojos

Y no podemos descansar

Ni bajo una rama de sauce

Por qué nuestras manos siguen

Dibujando líneas más allá

De la piel que nos cubre

Por qué alimentamos nuestro

Tiempo en vanas tonterías

Por qué nuestro nombre es

Tan firme ya, y por qué

No dejamos de buscar

Otros nombres

Por qué nuestras manos

Huelen a hierbas y

Lloramos —lloramos—

Como los hongos

O las libélulas

Y no queremos crecer

Error, no envejecer

Cómo las hojas muertas,

Apergaminadas, recomidas,

Y nos perdemos perdiendo

El tiempo en tonterías

Y en sillones de otros

Y ya no somos nada

Ni nadie, ni nunca

Nos perdimos en la materia

En la trastienda

En la intemperie vulgar

Del timbre que nos llamó

Por molestar un rato,

Y ya no es tan fácil

Salir corriendo

Como lo era antes.

*

Por qué nos quedamos así,

Como en los chistes malos

Esperando a que suceda

Lo que ya no está en nuestras manos,

Por qué postergamos nuestras almas

En vilo, nuestro llanto, nuestra capa

Oscura y transparente

Como el mármol

Por qué somos duros y planos

Como los diez mandamientos,

Por qué grita nuestra sangre,

Qué esperamos,

Qué llega,

Qué sucede

Tras el naufragio.

*

Y en las calles se cierne

La misma oscuridad

La misma tierra seca

La misma tempestad

De arena fácil.

*

Seguimos siendo

Humanos.