jueves, 30 de septiembre de 2010

R.I.P.

Nadie nos dijo que la tierra era una cruel trinchera
Y que la incomunicación es la base de todo sentimiento roto
Nadie nos contó que la oscuridad es este trapo y este ruido
Que nos envuelve por las noches y a lo largo del día
Nadie se fijó en que las palabras que nos cuentan ya no dicen nada
Ni nosotros entendimos bien que pocas veces hay espacio para hablar
Para hablar como es debido
Y si nadie nos dijo que la tierra era este triste purgatorio fue quizás
Para ahorrarnos que un día lo descubriéramos por nosotros mismos
Porque admitirlo es todavía más triste que vivirlo
Porque obviarlo es todavía más fácil que contarlo
Porque seguir andando es más difícil si uno se enfanga hasta las rodillas
Entonces se sigue contando la misma historia de rosas y claveles
De promesas y sueños y de cambios en esta interminable rueda
De mareas y repeticiones y de barcos que naufragan por doquier
Cuando lo último que nos queda es nuestra respiración y nuestro duelo interno
Repleto de puertas que se abren y se cierran
De nacimientos y de risas que sólo duran un instante
De regalos que poco tardan en llenarse de polvo
Cuando lo único que nos queda es respirar y aguardar hasta que sobrevenga
La próxima batalla campal
Y al día siguiente sólo están los espejos y los muertos que se infiltran
En mi sangre y en tu sangre
En mi esfuerzo y en tu lucha real
En mi pena y en tu cuerno y pedernal
En mi sombra y en tu espalda
En mi trabajo y en tu luz por aguantar hasta el final.
Requiem aeternam dona ei Domine.
Et lux perpetua luceat ei.
Requiescat in pace.
Amen.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Las razones de la tierra no son oídos sordos

Mi voz se persigue a sí misma y no deja de señalar
Mis labios emiten por su cuenta silbidos y demás
No estoy sola ni acompañada estamos aquí sin más
Aquel sentido venía de mucho antes y sigue detrás
No permito que se paren las cosas si no hay lugar
Las llamadas nunca se desperdigan si son voces de verdad
Las llamaradas se pierden si sólo son tierra y poco que escuchar

martes, 21 de septiembre de 2010

Ruidos y eclosión

Gramófonos con patatas y pendientes de lata.
Un día entero soñando y medio con nubes en el sol.
Una luna cortada y estrellas que se posan sobre los rayos.
Niebla y vapor, frío y espavientos, señoritos mal acostumbrados.
Calor y escalofrío, averías y brujas, sapos y bichos que salen del más allá.
Escarabajos egipcios y monedas que pasan de mano en mano.
Colores y estaciones, fruta del tiempo, un colchón.
Caminos y huellas y pocas ganas de empezar.
La dificultad de sanar lo que ya no existe.
Ruidos y eclosión.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nocturno

Me gusta tener encima la oscuridad como una mosca,
las palabras soldadas como espacios.
Me gusta olvidar que nací ayer y que se nace mil veces más.
Me gustan las lámparas de cristal.
No hay nadie que me pide que cante, y yo digo que no sé dónde están los demás.
Es muy difícil trazar un camino personal.
La noche me invade y huelo a plantas y a ración especial.
Y no tengo nada más que decir, que ser, que amar.
No tengo nada más que acechar.
Los molinos se caen como piedras, y tú trotas.
Como un jaguar.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Asfixias errantes

El vuelo de los pájaros e insoportable súplica enmascarada.
El ruido con las manos al rozar cristal que tintinea errante.
Las presuntas coordenadas del orden y el control bizarro.
Las condenas multiplicadas e insistentes bajo la piel.
Peor que la crema que se queda untuosa tras el mar.
Peor que el salitre indocumentado y mordaz y simple.
Cuando las ordenanzas sobrevienen y se escampan.
Cuando los collares gordos o las cadenas pesan más.
Y si el verano termina y ya no tenemos licencia para ser.
Y si el sol se va lejos de la carne salvaje y nos detiene.
Nos detiene tan solo por ser.
La libertad se queda sin espinas y enterrada bajo el mantel.
La libertad se muerde y se muere como la sed sin red.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Las cuentas de un verano con fin

El ruido mundanal y las palabras que se cuelan en el lienzo.
Los que son felices y los que salen ahí fuera para ver mejor.
Los ratos de la noche, los zapatos y las copas medio vacías.
Sumas esotéricas y cuentas de marfil, estrenadas ayer.
Las vías del tren y los viajes a medias, la televisión.
Las plantas y las cacofonías, las peleas y las playas.
Las rotas algarabías por un mal momento de lucidez.
Los avestruces que pasaban por allí, y los conejos.
Los espartanos y los adictos a la exageración.
Los enamorados y los viejos pesados y la acidez.
Los gatos asilvestrados, los trozos de guante, las uñas.
La mala uva, el aburrimiento, los hurtos y los secuestros.
Las copas medio llenas, el sol en las tetas, los colores.
Los trozos de autovía, la radio mal puesta, el hilo sin fin.
Los peajes mal puestos, los errores enhiestos, las bocinas.
Los trapos sucios y los trapitos recién sacados de la ganga.
La sal y la lengua salada, la menta y el azúcar y el ron.
El limón y las pepitas de fresa, la libertad de ser quien se es.
El ruido que te esconde de lo que te empujan a ser.
La luz que te protege para que saltes, para empezar de pie.
Las manos que te recogen si te caes, los nudos de pescador.
Los peces o las miradas que te acompañan si nadas más.
La boya que se clava al final de la vista, el color que está.
El muerto que flota y el flotador que catapulta al que se duerme.
La ciudad que vuelve y el corazón que galopa fuerte hacia otra parte.
La montaña tan quieta, los pájaros y las vacas.
Las cuentas de un verano con fin y sin ciudad.