viernes, 29 de octubre de 2010

Ni horror vacui ni marmotas a la plancha

El vacío se esconde en ninguna parte.
Me hace gracia el horror vacui de los elegantes.
Y si por Halloween albergamos la elegancia del horror.
Tener miedo es estúpido y simple, tan fácil como caer sin control.
En el vacío no se esconde nada de nada.
Tras las paredes nunca hay silencio ni calma.
En los cristales nunca hubo un trozo que no tuviera algo detrás.
El miedo al vacío me hace tanta gracia como tiemblan los papeles
cada vez que se cruza un cable contra un cartel.
Tengo miedo de dejar de creer.
En el vacío no queda nada más de él.
Y me pregunto si cabe algo más en este lugar
dónde se recolocan las piezas y los sonidos, los gestos y los olvidos,
los estantes, cajones y trastiendas y sótanos y almacenes en un mundo
más allá del mundo en dónde reina todavía el orden de lo presente.
No me convence que los muertos sigan quietos
bajo un montón de piedras.
No me convence que el vacío siga llamándose vacío
si nunca es lo que dice ser.
Me quedo entonces con una sola certeza;
que el mundo tiembla, y que el vacío se esconde tras él.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Salir y entrar (el agua siempre se va)

Algo de lo que se va se queda siempre contigo.
Algo de lo que se queda contigo siempre se va.
No está bien diseñado el vacío para cubrir
esos espacios que nadie resuelve
ni tampoco los que nadie ve.
Los que fotografían las calles sabrán bien
que se encuentran con detalles
aun desconocidos tras el revelado,
y que se sorprenden mil veces al no encontrar
algo que vieron en el mismo instante de apretar
el gatillo del arma “cazapresentes”.
Del mismo modo cuesta encajar las piezas
de lo que se escapa del plano principal.
Y si el plano principal es el que sucede
cada vez que abrimos los ojos por la mañana,
también podremos presentir que hay algo inmenso
que se queda detrás. Y que hay
algo de lo que se va que se queda siempre contigo.
Algo de lo que se queda contigo que siempre se va.
No nos quedará más remedio entonces
que graduar los engranajes que nos permiten estar vivos
en medio de este arduo compás,
este juego apuñalado y desternillante
de los estados que se cruzan,
que pierden y ganan según la estación
en la que se decide respirar.

viernes, 8 de octubre de 2010

Un minuto de sueño, y el ruido de las ciudades.

El ruido de las calles.
El ruido de las paredes.
El ruido de los trenes.
El ruido de las ciudades.
El ruido se hincha como una enfermedad que no calla.
Cuando me duele el alma de tanto ruido, cierro los ojos y me dedico (sin caer del todo) al inemuri japonés. El inemuri que practico es por contra algo distinto al original, ya que lo que desempeño en su lugar es el acto de dormir por dentro, arreglándomelas por fuera como puedo.
A diferencia que en Japón, aquí está mal visto dormir delante de los demás. Como contrapartida a esto se debe fingir una actividad insaciable generadora de un movimiento que poco importa si es el resultado de un fructífero quehacer. Los castillos en el aire y los malabarismos de color son el pan que alimenta a los que beben con ansia, y también a los dirigen estas empresas en que los trabajadores deben aparentar un continuo “hacer”. Hacer o hablar, hablar o hacer.
Aquí no les vale “callar”. Aquí se tiene que gritar hasta reventar. Aquí es incómodo ser eficaz sin necesidad de dar cuentas de lo que se hace y sin ponerse un cartel en el que dice “estoy trabajando sin parar, cuánto trabajo tengo, estoy de trabajo hasta arriba”. Aquí el que es paciente y trabaja a conciencia pero no habla de ello puede ser sospechoso del crimen de la baja productividad. Aquí para ser efectivo no se tiene que ser eficaz en resultados sino escandaloso en la manera de hacer. Aquí uno tiene que gritar. Y por supuesto, se le tiene prohibido dormir para rendir, pues sería igual a tener aptitudes de holgazán en huelga.
Aquí hay ruido, ruido, mucho ruido.
Y cuesta tanto no caer en el laberinto de la enfermedad somnífera.
Aquí hay sonidos que agreden a todo el que intenta pensar por encima de la algarabía, para todo aquel que necesita salirse para avanzar. Aquí hay sonidos que aborrecen y adormecen a cualquiera.
Y por todos ellos diría, “un minuto de silencio”.
Y por todos los que rinden en silencio diría, “un minuto de sueño, por favor”.

viernes, 1 de octubre de 2010

Maybe the flowers take the rest

The flowers are taken and they took the dead.
The flowers did my place and they will be my final way.
The flowers are alive only one second for dollar
and I'm alive only one second for breath.
Maybe I will be the last flower in this countryside
and maybe they'll becomes the firsts in my dream.
I remember the joke and the sunny morning
and I remember the hungry state.
I lost a petal for the first time
and I sang to me "It's just a little one".
Together will be broken and together will be recomposed
but also I ask to me sometimes "why I forget the own hole
that will be our last and leather and silver countryside".
Maybe the flowers take the rest.