viernes, 29 de octubre de 2010

Ni horror vacui ni marmotas a la plancha

El vacío se esconde en ninguna parte.
Me hace gracia el horror vacui de los elegantes.
Y si por Halloween albergamos la elegancia del horror.
Tener miedo es estúpido y simple, tan fácil como caer sin control.
En el vacío no se esconde nada de nada.
Tras las paredes nunca hay silencio ni calma.
En los cristales nunca hubo un trozo que no tuviera algo detrás.
El miedo al vacío me hace tanta gracia como tiemblan los papeles
cada vez que se cruza un cable contra un cartel.
Tengo miedo de dejar de creer.
En el vacío no queda nada más de él.
Y me pregunto si cabe algo más en este lugar
dónde se recolocan las piezas y los sonidos, los gestos y los olvidos,
los estantes, cajones y trastiendas y sótanos y almacenes en un mundo
más allá del mundo en dónde reina todavía el orden de lo presente.
No me convence que los muertos sigan quietos
bajo un montón de piedras.
No me convence que el vacío siga llamándose vacío
si nunca es lo que dice ser.
Me quedo entonces con una sola certeza;
que el mundo tiembla, y que el vacío se esconde tras él.