jueves, 26 de marzo de 2009

Denuncia del pesar

No quiero que pesen,
ni sus collares ni sus llaves,
-ni sus montañas solares-
aunque luego sirvan para alcanzar.
Porque si alzamos la mano,
nos mostraremos los dedos,
otra vez, a lo lejos,
y diremos algo más.
No hace falta que pesen.
No hace falta que pesen.
Ni siquiera hace falta más.
Ni quisiera que haga más falta.
No quisiera que pesen.
Déjenlos ya.
Un dos tres.
Suéltenlo ya.

miércoles, 25 de marzo de 2009

(algo menos)

Y quién me dirá que se fueron sus súplicas,
sus llamadas, su imperiosa voluntad.
Quién dirá que se fueron sus largas túnicas,
sus velos y risas escondidas tras el mar.
En qué mediran sus desacomplejados gestos,
si ya no están, sus inspirados restos,
si ya son menos que arcilla y pan,
(algo menos) que un quejido en que soñar.

martes, 24 de marzo de 2009

Las lágrimas contadas

Y ahora quién se encargará de llenar los vasos de las plañideras, y quién velará sus tumbas, desde Judea hasta esta ciudad, hoy, en ninguna parte. Aquí se esfuman estas aguas sin piedad, a más velocidad, y los trenes no esperan ni guardan, a nadie, desde aquí. Quién no podrá subir las persianas para memorar su llanto, su falsa súplica, su bella actuación premeditada y esa ofrenda al devenir social. Cómo no encontrarlas en cada vaso, en cada gota en nuestra intimidad. Cómo encontrarlas entre tanto asfalto, entre tanta arcilla quemada en la ciudad, entre tanto lodo escondido, y tanto muerto por plañir. Cómo olvidar ese secreto sacrificio, esas ruinas contadas, esa sangre medida, ese mar.

lunes, 23 de marzo de 2009

Sonido y piel

Siento tu cuerpo, siento tu cuerpo crístico.
Siento la realidad de tu estómago repicar en la cavidad de mis pulmones.
Siento tus manos, y siento también tu alma.
Siento tu dolor, tu dolor de estar muerto.

viernes, 20 de marzo de 2009

en el fondo (de este bar)

Por la espalda se leyeron
los mapas de incienso,
las huellas del aire removido,
las pistas del andar.
Por la espalda se leyeron
respirando en braile,
en movimiento contínuo,
sin son ni detención.
Sin ton, sin música externa,
sin ollas a presión, desenlazando
los músculos del compás
y permitiendo que entrara
el aire una vez más.
Permitiendo que saliera
la muerte ajena a todo
el resonar, atenta y perdida
de tanto marchar.
Como palomas dormidas,
desentrenadas de ahogarse
en un lago de antaño y de cristal.
Cómo la música que renace de raíz.
Como el eterno sonido que vuelve
y se cierne, que muerde y se va,
que hunde sus huellas en la orilla,
que se borra y se queda
en el fondo (de este bar).

jueves, 19 de marzo de 2009

Tierra sin pintar

Me quedé sin tierra.
Sin tierra que coger,
sin tierra que pisar.
Y se alzaron,
las espinas al vuelo
y el alma en el jardín.
Me olvidé de escuchar,
me olvidé de contar.
Me planté sin tierra
en el estanque del jardín.
Y me soñé sin mar,
y me sentí sin pan,
y me tumbé,
cansada y despierta
y con las manos
y las uñas
sin pintar.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Dame pan y dime algo

Sólo quiero un trozo de pan,
con sal o con azúcar,
eso da igual.
Dime si es cierto o es mentira,
si te conformas con eso,
si no quieres más.
Sólo quiero un poco de sal,
un poco de azúcar,
un poco de pan para acompañar.
Dime si es cierto que quieres la sal,
y si la prefieres al azúcar,
dime, con qué intensidad la necesitas.
Dime porqué te hace falta el pan.
Dime que el pan es sólo una excusa,
dime que el resto se queda en agua y mineral.
Dime cuánto cuesta eso que pides,
dime si nunca quieres más.
Dime si es cierto o si es mentira,
si te conformas con eso,
si no quieres más.
Dime con qué intensidad
te cuesta pedir,
sin pan y sin azúcar,
sin miedo y sin sal.

martes, 17 de marzo de 2009

La antigua casa (o el nuevo entrar)

Y lo reconoceremos,
sin duda y desde lejos,
aprovechando nuestra
nueva percepción
y nuestros nuevos datos,
que aunque no lo parezca,
ya estan allí.
Quien sigue reticente,
intentará dar mil vueltas
antes de llegar,
o se quedará en casa,
en la antigua casa,
esa que nunca
se atrevió a cambiar.
Repintará sus paredes,
reubicará un jarrón,
se acomodará
en una nueva cama,
pero ya no saldrá.
Lo reconoceremos,
sin duda y desde lejos.
Y podremos decidir
si ha llegado el momento
de dejarle entrar.

lunes, 16 de marzo de 2009

Un diamante en cada esquina

Obtuvimos un diamante,
un diamante pesado.
Un diamante y su espina,
obediente a veces,
pero siempre osado.
Está tan tan adherido
que a veces cuesta
verlo más que tocarlo,
sin saber que sigue siendo,
sin saber, ese regalo,
ese don sin duda;
recuerdo preciado.
Él no existe más que antes,
ni menos que mañana.
Él existe por sí mismo,
sin más vacilación.
Se nos presenta cada día
más de mil veces si hace falta,
para que podamos verlo
y de nuevo olvidarlo.
Debemos tomarlo y soltarlo,
sin más amarres de los necesarios,
reconociéndolo siempre
antes de que vuelva a entrar.
Si lo dejamos entrar
igual que lo soltamos,
apreciaremos entonces
su adherencia perenne,
su convencimiento firme
sobre el centro u-nido
de nuestra piel.

martes, 3 de marzo de 2009

El bosque del luto. Todos los colores.

Te posaste en mi espalda,
hace tiempo,
y de allí nacieron tus alas.
Me viniste a encontrar
en este bosque
encantado en mi memoria.
Tú mismo lo dibujaste,
para poder circular en él.
A cambio, me dejaste una pluma,
y un puñado de colores,
sabiendo que así,
podrías renacer
mil veces ante mí.
Configurarte quisiste,
con las alas de un pájaro
o con el estupor de un ángel,
escondido y siempre
-estaba escondida-
despertado por mí,
reposado y dulce
cómo un elefante,
con la piel resistente de la almohada,
(a prueba de bombas)
y el alma intacta y serena
de una flor.
El día en que moriste
siguen lloviendo
caramelos del cielo.
Todos los colores.
Todos para ti.

lunes, 2 de marzo de 2009

Sedientos de sal

Encajados,
unidos de raíz,
como dos montañas
que se encuentran en la superficie,
pero salen de ahí.
Encantados y vivos,
mágico ventanal,
eterno encuentro
del fluido vital.
Preparados para ser libres,
listos para soltar,
atentos con sus manos,
y todavía sedientos,
sedientos de sal.
No encuentro ningún
nombre que diga,
y ya nada
que se pueda encerrar.
Encajados y unidos,
unidos de raíz,
son simientes que brotan
sin miedo
en lo alto de la montaña,
una vez expuestos
al aire
y a la luz del mar.