lunes, 2 de marzo de 2009

Sedientos de sal

Encajados,
unidos de raíz,
como dos montañas
que se encuentran en la superficie,
pero salen de ahí.
Encantados y vivos,
mágico ventanal,
eterno encuentro
del fluido vital.
Preparados para ser libres,
listos para soltar,
atentos con sus manos,
y todavía sedientos,
sedientos de sal.
No encuentro ningún
nombre que diga,
y ya nada
que se pueda encerrar.
Encajados y unidos,
unidos de raíz,
son simientes que brotan
sin miedo
en lo alto de la montaña,
una vez expuestos
al aire
y a la luz del mar.