martes, 24 de marzo de 2009

Las lágrimas contadas

Y ahora quién se encargará de llenar los vasos de las plañideras, y quién velará sus tumbas, desde Judea hasta esta ciudad, hoy, en ninguna parte. Aquí se esfuman estas aguas sin piedad, a más velocidad, y los trenes no esperan ni guardan, a nadie, desde aquí. Quién no podrá subir las persianas para memorar su llanto, su falsa súplica, su bella actuación premeditada y esa ofrenda al devenir social. Cómo no encontrarlas en cada vaso, en cada gota en nuestra intimidad. Cómo encontrarlas entre tanto asfalto, entre tanta arcilla quemada en la ciudad, entre tanto lodo escondido, y tanto muerto por plañir. Cómo olvidar ese secreto sacrificio, esas ruinas contadas, esa sangre medida, ese mar.