lunes, 26 de octubre de 2009

Sans Savoir

No sabíamos nada de nosotros mismos. No habíamos aprendido a jugar a nada. No supimos dibujar ni una sola imagen. Antes de caer en nuestra propia sal. Ida y vuelta. Billete hasta las tres. Retomamos otro tren que nos embarque en el siguiente bote salvavidas. Contamos horas y panes. Bebemos circos y frambuesas. Dueños somos de nosotros mismos. Dueños somos de nuestra próxima ciudad. Ni un desperdicio ni un paraguas roto. Ninguna promesa más. Debajo de las piedras nacen pedazos de azúcar y sombras de algo que nos queda todavía que estrechar. Una mano sellada en una raíz de menos. Ciudad caduca y más cauta que un caimán apesadumbrado. Bajo el asfalto tenemos un litro de cartas enterradas, espesas y aglutinadas, como la sangre que deja de circular. Poco a poco todavía ciudad-mañana. Poco a poco todavía-aún-mañana ciudad. Y cuántas losas hay que pesan el futuro de los muertos ya. Volteando antes de caer en nuestra propia piel. Como quien rompe la cáscara del huevo, sin saber, hasta qué punto se rompió el cristal.