viernes, 23 de octubre de 2009

El limbo de los justos

Mi gato todavía no ha aprendido a asumir los límites. Ni a aceptar las consecuencias que acarrea cruzar una puerta. Todavía no entiende que si se abre una puerta, otra se cierra detrás. Está dispuesto a pasearse infinitamente en el limbo de las puertas, en el umbral de las separaciones; en un mundo en que no existen ni delante ni detrás, ni pasado ni futuro, sólo un ancho presente de eterno vagar.