viernes, 28 de noviembre de 2008

El halcón y la piedra

El halcón nunca se tropieza con las piedras
Porque emprende el vuelo cada vez
El halcón no se encuentra con las piedras
Se posa sobre su lomo un rato
Y luego emprende el vuelo -otra vez-
Sabiendo que es sabia la distancia
Y que el frío está más cerca
De las piedras
Que de la libertad solar
-Que de lo eterno lunar-
Sabiendo que es sabia la distancia
Y que el calor es tan solo
Un espejismo de los hombres
De los que andan en las piedras
Y se prometen montañas sin mirar
–Dónde se fija el horizonte-
Porque les queda lejos
Y tienen hambre y el sabor calcáreo
Cobijado entre sus dientes (de marfil)
-Ni el elefante los comprende-
Son demasiados quizás
Para volverles la espalda a las piedras
Una vez más (y se van con cualquiera)
Que les promete un poco de pan
(Un poco de oro) -Y nada más-
Que seguir andando entre la multitud
En vez de cortar –subir las alas- y volar
Lejos del mar –agradeciendo el pan de oro-
Y ofreciéndoles más (un poco de lluvia, un poco de sal)
Benditas las manos que se cuecen al girar
Cruzando las estampas (consagrando las estepas)
Haciendo volver a los lobos de Hesse
Esos que nos hicieron fijar tan solo un poco
El horizonte (una vez) y nos cortó la cena
Y nos dejó sin cojín ni sin pan
Pero nos dio una buena colmena
Para nuestro ajuar mental (para nuestra fe anual)
Para nuestro gozo intelectual (o nuestro espíritu)
El caso es que da igual
Y en esta fría y blanca sala de espera
Se nos caduca el portal
Halcón al descubierto
Hombre dormido
Intercambiad vuestro vino (y vuestro pan)