martes, 4 de noviembre de 2008

-El tiempo que se queda-

Las lunas siguen creciendo
Y siguen habiendo cincuenta planes “b”
Se mueven los subsuelos –cada día-
Y ya nadie los nombra
-Están bajo tierra-
Su nombre es de piedra
Y su corazón se confundió
Con el latido de las plantas
Las flores siguen naciendo
Y ya nadie las condena por desatarse
Entre aromas de colores curtidos al sol
Porque se ponen enhiestas y modestas
Se vuelven a retirar en la cueva
De sus hermanas de piedra
-No tienen ningún otro plan-
No hay más sonido
Que el de las plantas
No hay más bebida
Que la que el cielo pueda ofrecer
No hay más honor
Que el de mantenerse erguido
No hay más sabor ni hay ningún deseo
Que las expulse de su eterno girar
De su rotunda prueba –de fe-
De su inagotable estar
Rubicundo y querido
Expuesto y solar
Hilvanando verticales y caídas
-Y vueltas al hogar-
Terráqueas y marinas
Prestadas a durar
-El tiempo que les toca-
Y que nadie más nos da
-El tiempo que se queda-
Y el que no se promete más
-Con nadie- ya no más
Y todo lo demás (...)
Porque aquí se queda
Y es esto -y nada más-