sábado, 10 de enero de 2009

El rincón de los trece sellos

Tengo veintiséis cántaros a mis espaldas que piden y chillan por ocupar su plaza. Hubo más de trece hombres que buscaron refugio en sus rincones dadores de barro y agua, aunque sólo trece de los grandes. Por cada uno de ellos hay una sentencia y hay un año entero de arena, que es el tiempo que se queda al fondo por cumplir condena, informándole a mis guardias del suceso irreversible, de la escena incombustible en la celda veintiséis. Ya pagué los trece sobres. Ya estampé los trece sellos. Ya juré mis trece llantos por cada encarnizada sobre mi piel.