martes, 24 de febrero de 2009

A.M. (22/02/09)

Desde cuando el oleaje no infunde sus armas, sus armas termitas, sus armas fértiles y huracanadas, su viejo mástil de hierro y sal. Desde cuando el oleaje no infunde el poder, el poder de las alas del mar. Desde cuando ya no somos “hijos de la mar”, esos eternos hijos que fuimos siempre hijos de ti. Si la mar es nuestro seno, la tierra nos permite caminar. Pero recordemos siempre, siempre somos, siempre fuimos y seremos esos “hijos de la mar”. Los que empuñan y se encuentran exiliados o en combate y tan “casi desnudos” al final, desterrados y sin cargas y por fin “ligeros de equipaje”, siempre alertas, una vez más.