viernes, 26 de junio de 2009

Cómo sobrevivir a las obras en la ciudad del Bar (de Barcelona a ninguna parte)

Por si fuera poco, en esta ciudad del Bar, cuando llega el calor la gente decide acercarse al Mar, y los arquitectos se deciden a Edificar. No hay momento más ruidoso del año en esta ciudad, como cuando confluyen calor y gritos, aullidos y descapotables, petardos y ruinas por reconstruir. Y polvo. Mucho polvo. En este momento del año parece producirse una especie de cortocircuito y el sistema de redes peta, los electrodomésticos también, así como las paredes de las casas. Parece que todos los poros de la ciudad tienen calor y necesitan desahogarse. Lo más asombroso es cuando parece que todos hacen pero nadie dirige. Todos disparan los flashes, todos encienden las mechas, todos empuñan bien su machete o aclaran su voz antes de echar sonido. Y lo dejan ir. Sin ton ni son. Como quien desata la correa de un león antes de que salga a correr en medio de la arena. Luego alguien levanta o desciende el pulgar, y allí o así estaremos abocados en un segundo, al león o a la supervivencia. El éxito o el fracaso cambia de parecer en una décima de segundo en este mes del año, y la cara que reluce cambia de rostro también antes de poder descifrarla tras el cristal empañado del invierno. Todo es sorpresa y aceptación, juego bruto de límpidos reflejos, examen de vida o muerte, decisiones a cara o cruz. Supongo que en el fondo todos actúan con el mayor margen de reflejos posible, dentro de las capacidades organizativas de cada cual, pero no se sorprendan si un día de estos llegan a casa y les han hecho un agujero en el techo, o en el dormitorio, o en el salón. Si sus cimientos tiemblan, es normal. Si buscan al responsable y no lo encuentran porque todos señalan al otro extremo indivisible de la cola de otros responsables de otros sin fin, también es normal. Y si escapan del lugar en busca de refugio pero tampoco lo encuentran porque el ruido se ha extendido por toda la ciudad, también es normal. Queridos ciudadanos de la ciudad del Bar, bienvenidos al Mar, bienvenidos al Mes y a la Era de los inciertos y del escapismo, del ruido y de las paredes con complejo de queso de Gruyère. Bienvenidos a la ciudad de los leones sin fin. Bienvenidos a la ciudad que ruge, ahora más que nunca, después de una “Tricopa” y de una verbena de San Juan. ¿Me dirá alguien cuando volveremos a poder andar por la calle o por nuestra casa sin sentir que estamos en una gincana organizada por un parque de atracciones del terror? ¿Me dirán cuando termina el fuego? Queridos ciudadanos de la ciudad del Bar, bienvenidos a la ciudad sin Mar, o bienvenidos a la ciudad del fondo-fondo-fondo del Mar. Respiren fuerte antes de entrar, y pre-cubran bien su piel de posibles quemaduras. La cuestión es, señores, dejar de pensar que la tierra es tierra, y que las paredes son paredes. Imagínense que andan en tierras movedizas, o que entraron en un mar de lava, y que las paredes ya no son diques de protección. Imaginen que la protección ya no está más allá de vuestra propia piel, y pregúntense si realmente queda algo ya que proteger, algo más allá de vuestros órganos. Pronto descubrirán que comienzan a simplificar. Y una vez comienzan, sólo se quedarán con un corazón en su mano derecha, y poca cosa más. El resto debieron quemarlo en la hoguera pocos días atrás. Sino ya les digo, están listos, pues la lava, que todo lo quiere, pronto lo va a devorar. Márchense lejos o quédense a gusto con ustedes mismos. (Y si se van, les advierto, que la lava, tarde o temprano, volverá.)