lunes, 16 de noviembre de 2009

Las ciudades y las plegarias, y ese mismo animal.

En las ciudades sumergidas del alma, someteremos a nuestro ser en calma, preguntándonos más de mil veces quién nos incitó a agachar la cabeza. Preguntaremos más de mil veces a cuántas ovejas sacrificamos antes de cenar. Y volveremos cien veces cien metros atrás, mucho antes de darnos cuenta que el retroceder nunca estuvo tan lejos de avanzar.