miércoles, 19 de noviembre de 2008

Cuestión de ritmo, cuestión de espacio (relevo infinito de leves libertades)

Cuando el mundo se vuelve demasiado hostil, siempre podemos abrir un libro y caer rendidos entre sus brazos. Cambiar de tiempo es el primer paso para la desaparición del primer mundo. Cambiar de ritmo el segundo. Y encontrarnos con personajes que nos acompañan pero no succionan nuestro ser, el tercero. A veces llevar la vida que llevamos en medio de una ciudad frenética y desorbitada puede resultar agotador. Sumándole el ritmo de los lazos relacionales, las entradas y salidas de gentes que vienen y van. Ellos nos dejan prácticamente sin alma, sin contenido de nuestro ser. Nos piden y nos preguntan y nos succionan, nos borran nos borran nos borran...hasta que desaparecemos. Y no podemos más que poner la mente en blanco (pues no los ojos), encontrar un lugar con pocos ruidos y poco que hacer, dónde la gente se deje aire para respirar (y que respiren). Que callen un minuto por cada dos de los que hablan (sin aire). Que tomen aire. Que tomen espacio. Que griten menos y escuchen más. Dónde cada uno tenga su espacio, y dónde cada uno tenga un ritmo por encontrar. (Me pregunto a veces, si de verdad existe la libertad, o es tan sólo un relevo infinito de leves libertades).