martes, 18 de noviembre de 2008

Memorias de pez, emociones sin fondo

Puede ser que el pez no tenga memoria, y que viva inmerso en el mundo de las emociones. Esperemos que estas apreciaciones humanas no lo mareen hasta el punto de dejarlo sin aire. La memoria existe desde que nosotros somos, “nosotros” estos que escribimos porque tenemos memoria, quienes nos vemos (a veces) obligados a construir algo con sentido de los pedazos de su legado. Siempre es mejor hacer algo con los objetos amontonados en vez de dejarlos en un rincón y observar cómo crece la montaña. Por lo menos si los cosemos, o los cambiamos de lugar, parece que el legado de nuestra herencia se convierte a veces en algo interesante, y nos ayuda a pensar entre ruinas, a movernos entre aguas con otra calidad. El movimiento que produce la memoria re-memorizada (re-masterizada también) es un tanto más lento y más denso que el de la memoria terrestre (esa que todavía no se ha visto sumergida en su propia re-memorización), y es también, mucho más fluida. Ese tipo de memoria ha traspasado una primera dimensión para llegar a otra, y esa otra está más acorde con los ritmos submarinos, y con las memorias (emociones sin fondo, rápidas e huidizas como pequeños aletazos) de los peces. A veces tenemos que re-cordarnos para olvidar. (Y así nadar).