domingo, 23 de noviembre de 2008

Radivlo sal selecrác

Si observamos desde fuera una cárcel en medio de la ciudad, podremos ver que no es tan distinta su estructura a la de los edificios vecinos, salvo por los alambres y las torres. Me choca ver que las cárceles no están tan lejos, que están a nuestro lado, y muy a menudo en nuestras cabezas. Somos una ciudad colmena y estamos expuestos a convivir en medio de infinitas subcárceles (que se nos presentan a modo de caja de bombones, imitando el sistema de las muñecas rusas.) No sé si esto debería hacernos gracia. Aunque es esto algo intrínseco, algo de lo que no nos podremos librar, y por tanto sólo nos queda disfrazarlo de algo y ponernos a jugar a las muñecas, simulando que lo hemos olvidado todo (y asentir varias veces afirmando que nosotros, no sabemos nada). El sí y el no están yuxtapuestos. Y no tenemos nada que decir, teníamos tanto que decir. Jugar, o no jugar, esa es la cuestión. Siempre nos quedará el hablar al revés, eso que nos enseñaron temprano en el colegio, y que nos sirvió para comenzar a mentir y a maquillar, a desmentir y a contratar el grito silenciado de “sal selecrác ”.