martes, 30 de diciembre de 2008

Le regard nouveau

Puede que lo más relevante de este 2008 hayan sido todos esos momentos en que todo se sincroniza, así cómo las fechas señaladas (las fechas de los cumpleaños o un tal 08/08/2008), los relojes especulares y cronometrados (11:11h), pero sobretodo aquellas que incluyen al ocho, pues es la esencia de este sabor concreto que el año siguiente será adelantado por el de un nueve y que ya será distinto. Todo lo acontecido en este año tendrá una vaga estela de ocho, un viejo aroma particular sedimentado en el recuerdo. Cómo las ocho campanadas, las ocho patas de un pulpo, como la lectura del “Octaedro” o del “Ocho”, cómo la certeza de que la noche de Reyes seremos visitados por sus Ocho Majestades, y en su consecuencia no podremos pegar ojo para dormir ni apenas esas ocho horas deseadas. Y soñaremos puntuales, entre estrellas de ocho puntas y sirenas de salón, ochenta colchones y ocho líneas de un tirón.
(...)
Pero si lo más relevante no es todo eso, sino otra cosa, quizás debamos dejárselo a lo demás. Precisamente a todo aquello que se quedó en la cola, que se nos cayó por el camino, que perdimos en un asiento de bus, aquello que no perdonamos pero que nos persiguió una y otra vez hasta que dimos con el clavo. Todas aquellas cosas tan viejas o rotas, molestas en exceso, que nos hicieron armarnos de valor y subir una vez más por encima de nosotros, quizás, esos logros íntimos, esas glorias discretas, ahora sí son relevantes. Porque lo relevante es aquello que permite que este nueve nos dé la cara y releve al ocho por el que hemos pasado, dando giros y giros recostados a trompicones en una quiebra sin fin, una bella “crisis”, un ventanal infinito que se queda profundamente clavado en el umbral de nuestros ojos. Nuevos ojos. Y nueve más.


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