jueves, 12 de febrero de 2009

Los pájaros cambian su vuelo en un “un, dos, tres”.

La plaza está llena de niños que corren, de padres que hablan, de perros que olfatean, de pájaros que vuelan. Hay balones que circulan de una punta a otra de la plaza, y que traspasan el límite a veces. Otros niños pintan el suelo con tizas de colores, y alguien fuma en alguna esquina. La virgen los vigila desde la cima de la bóveda. Y el cielo se torna gris, y baja la presión atmosférica. Todos ellos se crispan. Los niños corren más rápido, los padres hablan más, los pájaros vuelan más bajo y los perros comienzan a ladrar. La plaza cambia su tono en un instante. La plaza va del “la” al “do” en un chasquido, en un “un, dos, tres”. Y no hay nada de sorprendente en eso. Es algo que pasa todos los días, y pasa en todos los rincones de la ciudad. Los pájaros cambian su vuelo en un “un, dos, tres”.