jueves, 28 de mayo de 2009

Ayer estuve en el fuego.

Ayer estuve en el fuego.
Endiabladamente feliz,
y con un as en la manga
distinguido y listo para salir.
Los corazones rebotaron mil veces
-y sonaron más-
encabezados por una gran manzana
que tiembla,
despedazados simultáneamente
-aparte-
en un rincón de al lado,
-soñando frambuesas-
y pensando…pensando,
pensando menos que antes
y por fin dando mucho más.
Estaba el fin.
El fin estaba en la carne,
entre muchos presos
y tréboles fugaces,
que desde ahora son ya
sólo fruto del esfuerzo y de la carne,
de la sangre que arde.
Ayer estuve en el fuego.
Y por un instante,
comprendí la fiebre
de una luz feliz.
De un rey de copas.
De un león sin fin.