martes, 4 de agosto de 2009

Anotaciones sobre la nueva forma (si) D quiere (7)

Como dije al principio de esta escala, la libertad no tiene nada que ver con la forma de algo. Tiene que ver con la movilidad que hay dentro de la forma, y fuera de ella. Y las referencias a este recorrido musical, entre muchas otras cosas, tiene que ver con el uso y disposición que se hace de las notas dentro de este paisaje particular en el que todos vivimos, desde hace más o menos tiempo. Porque, ¿qué es el tiempo? Y ¿cómo lo tocamos, cada uno de nosotros? ¿Qué es lo que hacemos con él? ¿Cómo lo ubicamos constantemente para salir y entrar de nosotros mismos? Para decidir que la canción inicia y termina aquí, para acordar que a partir de ahora, ¿quizás comienza otra canción? Y para darnos cuenta de si de verdad tocamos, o nos dejamos llevar por la melodía que fue marcada hace mucho más tiempo de que comenzáramos a leer pentagramas. La libertad no es nada más que lograr convertir el tiempo, en nuestro tiempo, y hacer llegar, en la medida de lo posible, este tiempo nuevo a los demás. La libertad no es nada más, que poderse comunicar fluidamente entre las mil rendijas que separan escalas y estados, todos ellos dibujados un día con la fina trama de un bolígrafo de una sola tinta. Tendríamos que observar cuándo las tintas actúan a modo de amplificador o cuándo lo hacen a modo de jaula. Son dos gestos muy distintos pero muy cercanos en cuanto a forma, y si uno no está bien entrenado, le pueden dar gato por liebre. Si afinamos el oído, si agudizamos nuestro olfato, no se nos va a escapar el aleteo sin marcas de la paloma, como tampoco la sospecha del eterno gato encerrado, dueño y señor de nuestro tiempo, de nuestra forma y de nuestro espacio.