viernes, 6 de noviembre de 2009

La razón de nadie

La razón de nadie se quedó sentada como una taza. Se olvidaron de echarle sal, se olvidaron de apimentarla. Se dijeron que una taza era tan sólo una taza, y que la razón, más valía olvidarla. Se dijeron que valía más un trago que cien palabras, se repitieron que conservar el calor era más bello que etiquetarlo en el papel. Porque bonitos son los muertos que se afichan, pero más lo son los que se quedan sin decir palabra. Y por colgar que no queden cuadros ni persianas, estanterías ni fundas de sofá. Que por silbar no queden melodías varias, algarabías y escenas de baile, cuarenta frailes en Ford Fiesta y un nudo de nogal.