martes, 8 de diciembre de 2009

El rifle cimentado (y las flores bajo el mar)

No dudaste en salirme a buscar.
Pero te faltaba volver una vez saliste
a encontrarme en el otro lado del río
—allí dónde los peces llegaban a miles—
y rompían las compuertas de velocidad.
No dudaste en decir sin preguntar.
Pero se te olvidó el hacer sin decir
y la nada una y otra vez en los espejos
—ajenos de tanto dibujar—
y el vacío tras ellos, instalado; duro imán.
Y se me fueron las ganas de ajustar la luz
antes de salir, quizás por falta de raíz,
quizás por esas cosas todavía por decir,
—y por tantas otras muertas sin fin—.
Tan sólo vale una mentira con clase
y bien cortada—si ésta se ejecuta
y dura (como un rifle) hasta el final—.