viernes, 22 de enero de 2010

Picas o corazones (♠♥)


Me pregunto qué clase de cosas dan al fin y al cabo la “felicidad”. Si os dieran a elegir, me gustaría saber si os decantaríais por las cosas reales, cómo tener una casa, a gente que os quiere, animales, plantas, hijos, tiempo y libros que leer, un trabajo (“el trabajo”), o por otro lado elegiríais no-tener, es decir tener la puerta siempre abierta para lo que pueda llegar, y el espacio de maniobra suficiente para poder ir completando los sueños menos visibles, pero más latentes. Contrariamente puede que nos educaran para tener esos sueños primeros, los visibles, e ir rellenando poco a poco el álbum de fotos de las cosas a adquirir en tierra. Me sigo preguntando si eso es la “felicidad”, y me sigo encontrando con el eco absurdo de este vocablo, que de por sí me evoca más o menos que un soufflé, o un atestado merengue (merengue atestado de azúcares), y también me molesta que el hecho mismo me persiga. Me diría también que estas dudas sobre todo las aprecia aquél que todavía no se ha atrevido a posicionarse (o no demasiado), pues cuando uno se mete de lleno en la rueda del transcurrir, ya poco tiempo le queda para pensar. De hecho, encuentro ya a priori absurdo este planteamiento, y presentar las cuestiones mismas me repatea, por no decir que se me aparecen con tintes casi pasteles y adolescentes, y sobre todo porque creo que la respuesta a todo esto está en saber elegir con seguridad cada momento, pues pensar a largo plazo a veces no hace más que provocar mareo y pura repulsión frente al vértigo del abismo. Y no sé muy bien desde dónde imaginamos que vamos a caer. O dónde creemos (y cómo) que vamos a aterrizar. Pero la cuestión está en que las decisiones, esas pequeñas decisiones, provocan cambios y direcciones mucho más irrevocables de lo que nos podemos imaginar (y a la vez no). Coger un tren nos puede cambiar el paisaje de por vida, aunque a su misma vez muchos se arrepienten y vuelven a coger otro tren, o solicitan un billete de vuelta largos años después, que no les hace más que confirmar que el tiempo, ya pasó. Muchas veces tener que tomar decisiones nos provoca más que un dolor de tripa. Alguna vez solía enfrentar esa primera palabra y los arquetipos que le siguen a la siguiente y menos tangible que es “veracidad”. Creí que lo primero representaba un lugar abarrotado de bienes materiales y si me permiten, de ofrendas reales a Dionisos, y lo segundo enmarcaba el paradero de lo interno y lo riguroso, algo así cómo lo apolíneo, algo que nunca traicionaría a la “bien-perfilada y tan re-buscada ley personal”. Pero me sigo preguntando, ¿se reduce acaso todo esto a saber tomar las decisiones por uno mismo, diferenciando claramente si vienen marcadas por deseos y proyecciones ajenas o se erigen desde y sobre nuestra propia “voluntad”? Aún y así es difícil asumir las consecuencias del tren que se toma, y a medida que pasan los años, cada vez más, no sé si porque el camino se carga o porque queda menos tiempo y es más difícil deshacer los embrollos de la esforzada hilatura (o porque la fuerza se desgasta y uno economiza en gastos). También pienso que todo esto no es más que una tontería, y que en realidad se debe vivir y punto. Pero no está mal tener la mente clara, por no afirmar que es fundamental. Entonces me diré, "la primera pregunta no sirve", (obviamente es demasiado simplista), y nadie se decidiría por una postura sin un poco de la otra. Todos saben que temer a las picas es estar cegado, porque no hay corazón sin picas, ni picas que no alberguen un corazón traslúcido en su interior. La pregunta es, ¿tenéis corazón suficiente y sangre fría para jugar? De mi parte os deseo toda la suerte del mundo, y que vuestros cuatro “sinos” os protejan, una vez más (♣♦).

(Y por si acaso o por pura superstición, guardaros este As en la manga.)