viernes, 28 de mayo de 2010

Desquebrajado y sin pared

Cuando el temblor y las paredes confluyen
en un mismo verso deja el vaso
de los reyes de moverse,
quizás por falta de riego sanguíneo,
quizás por ausencia de respiración,
por un sin-riesgo concluido
en una nada que se congela
y da mil vueltas a un reloj.

Cuando el temblor y las paredes se deshacen
en un mismo vaso, el tiempo de los muertos
se devuelve angosto y frío como el metal,
y nos promete que se quedará si no
le decimos “que te parta un rayo”
“te desquebrajo” desde mi espalda,
desde mi sangre y mi grial.

Y cómo suelta entonces desde este lugar
el hombre un poco más de hilo,
un poco más de huella o tiza,
algo que sirva entonces para atornillar.

Cómo suelta entonces ese cable resuelto,
ese número abierto,esa presencia visible
y audible, reconocible, entendible y real.

Cómo conseguimos entonces comenzar a hablar.