miércoles, 9 de marzo de 2011

Passer domesticus (o el gorjeo del gorrión)

Dominaba mi mente la estela de un gorrión
en el desencadenado instante después del aleteo
el gorgorito simpático tras haber dicho “habla”
la aparente nulidad del algoritmo de los sonidos
que nacen casi sin previa estratagema ni papel.

Creí escuchar el gorjeo de ese gorrión
que subía hacia el cielo como una flecha
pero luego volvía a descender como nosotros.

Creí alcanzar su rama y me posé con él
y seguí cantando o hablando o juntando piezas
que salían solas de mi garganta y bajaban a los pies.

Creí entender que estábamos allí para volver
siempre después de ver —más allá de los techos—
que se cernían sobre mi cabeza cuando estaba de pie.

Y resolví seguir traduciendo los gorjeos en sonidos nuevos
rescatando balbuceos del olvido y del paseo obnubilado
buceando tras aquello que sin querer ya había soñado
regalando y relatando siempre más de lo que encuentro
y encontrando siempre más de lo que busqué
—persiguiendo el ala del Passer domesticus—.