martes, 10 de mayo de 2011

Llamaradas, todo lo que somos

Llamaradas perdidas

en la calle cortada por obras

y un par de alcantarillas sudadas.

Quinientas ratas acorraladas

y vosotros soñando dibujar

algo más que humo de cigarro.

Hay ruinas menos pensadas

hay casas tristes y escasas

hay solares dónde nacen paredes.

Un universo en construcción

un erial de esquinas rotas

dónde juegan a dejar de jugar.

Sonámbulos cayendo como péndulos

durmientes dormidos hasta la médula

ojos encendidos como lámparas de aceite.

Y el polvo, atravesando la ciudad

como una mancha que borra

todo lo construido

todo lo guardado

todo lo perdido.

Y el polvo, bañando la ciudad

con su sed de ceguera

con su muerte añeja

con su don de altura.

Nacimos sordos

y permanecimos sordos

cuando dimos por hecho

todo lo que amontonamos

a nuestro alrededor.

Echando el mundo sobre los hombros

agarrotando músculos y manos

cediendo el cuerpo a otro ente

compuesto por el polvo

y los desechos orgánicos

que ya no eran de nadie.

Subimos ya montañas

que no sentíamos

porque sentíamos poco o nada

o no sabíamos discernir

lo uno de lo otro

lo muerto de lo roto

lo triste de lo estoico

lo claro de lo soso

lo dulce de lo ñoño.

¿Cómo nos enseñarían las escuelas

de nuevo a construir?

¿Cómo nos enseñarían las escuelas

a quitar el polvo

bajo el que se encuentra todo lo que somos?