lunes, 10 de octubre de 2011

Los mundos de papel no son nada.

Este mundo de papel nos atrapa.

Y no hay tregua.

Me quema el alma.

Como un papel quemado.

Como el cigarro.

Y ya no hay aire.

Este mundo de papel

son cuatro paredes que se estrechan

y afuera hay dinero sucio y barro

y gente que corre por nada

y gente que se cae

y se pela las rodillas

y gente que se ahoga.

Este mundo de papel

grita y nos dice “no soy nada”

y la nada inunda todas partes

y oímos a una multitud que nos repite

“no somos nada”

y tú te caes al suelo otra vez

y ya nadie te disculpa

porque les da igual

no ser nada y seguir andando

pero sí les importa disimular

seguir hablando

seguir andando

seguir nadando

seguir haciendo nada.

Yo nunca me creí

que la nada existiera

pero ahora me tengo que

esforzar cada vez más

en no caer y en no llorar

en medio de ese griterío

y del fango.

Si somos todos seres humanos

con tripas, cerebro y un corazón

¿Cómo no se retuercen de dolor

al vernos sufrir la injusticia o la nada?

¿Cómo no se quedan sin aire

cuando el amor ya no es lo más grande?

¿Cómo no lanzan aullidos cuando morimos

depredándonos a nosotros mismos?

Un universo dónde se pasa por alto

lo intrínseco a nuestra naturaleza

no es un universo hecho a nuestra medida.

Un universo dónde se premia sólo lo visible

no es un universo que comprenda la realidad.

Un universo que se mueve por el intercambio

de una moneda en vez de intercambiar

el aprendizaje de nuestra propia imperfección

no puede ser justo ni adaptable a nuestras necesidades

concebidas en su totalidad.

La moneda sólo sirve para darnos de comer.

¿Y el resto? ¿Dónde queda el resto?

¿Dónde estamos nosotros?

¿Quemándonos, como el papel?