martes, 21 de julio de 2009

Anotaciones sobre Dionisio y lo que queda fuera de la forma (4)

Se podría decir que la sociedad en cuanto a grupo tiende a buscar lo apolíneo, y que lo dionisíaco nace dentro de ella en forma de pequeños grupos aislados que se quedan al margen o que son rechazados de la gran estructura global preestablecida. Lo dionisíaco se vería tal vez como una forma de sarpullido de la ley social, como una especie de perversión nacida de los bajos fondos. Y eso puede pasar cuando lo apolíneo y lo dionisíaco no están bien integrados dentro de un mismo grupo, dentro de un mismo cuerpo, dentro de una misma entidad. Cuando se vedan o se rechazan ciertos aspectos indefinibles provinentes de la misma naturaleza del ser, se provoca y se promueve un incremento en la fabricación de monstruos, esos monstruos que no son más que verdades enterradas en la sombra. Porque como bien sabemos, en cuanto el monstruo sale a la luz y nos muestra sus garras, sus pelos y sus zarpas, deja de ser monstruo, y deja de ser algo ajeno al grupo social. Se convierte así en sujeto de la luz, en un hijo de Apolo un tanto más aceptable y en objeto de reinserción. Pero el secreto seria no llegar hasta el punto de los gethos ni de las fábricas, ni hasta el punto en que llegamos a hablar de reinserción. El secreto estaría en poder hablar de ambos como piedras de un mismo saco. Creo que este concepto se está promoviendo cada vez más, pero quizás se entiende de una manera errónea, o no se acaba de entender bien. Lo que se hace es que se señala al monstruo y se lo muestra a la sociedad, y luego se dice: - Observad, lo estamos reinsertando. Y de esta forma, se aprecia la voluntad de un cambio pero se sigue disociando entre un lado y otro. También supongo que esta forma nueva de integrar hablando de los dichos compartimentos es un paso previo a la siguiente aceptación de una unidad. Así lo espero. Y si no lo remarco. Sé también que es difícil mantener ese punto fijo de la visión de unidad después de tantos siglos de historia. Pero sólo lo digo como nota de observación. Como anotación. Creo que el amontonamiento es un error. Y que más vale no cargarse tanto de falso papeleo, de falsa infraestructura, y hacer un esfuerzo más sutil y más interno, que comienza en el reenfoque. Un simple ser consciente de lo que está pasando. En cada lugar y a nuestro alrededor. Y hacer una pequeña anotación. O aportar una nueva palabra. O configurar una nueva imagen. Tan solo eso puede darle al monstruo su nueva condición. Su nueva condición de ser humano, de ser humano tan lejos de la imagen de la perfección formal. Sé que si hablamos de Apolo en cuanto a luz, y acogemos la luz en cuanto a fotografía, el primer instinto es cazar y congelar, amontonando, edificando, esculpiendo un montón de cuerpos que lucen su mejor tiempo y estatus social. Pero todo ese mecanismo tiene que formar sólo parte de la historia, de la memoria colectiva, y no de una obsesión del presente. El presente es algo mucho más cercano al ir y venir entre sombras de Dionisio, que se deja llevar por el instinto, y no se olvida de buscar el placer en cada uno de los rincones. El placer no es oscuro si se lo lleva a la luz. Todo ese "Valle de Sombras", no es nada más que un amalgama de aspectos de la vergüenza del ser humano. Esa vergüenza que obliga a llevar lo humano a un rincón y a congelar vanagloriando lo tan poco humano, la ciencia ficción, lo artificial. Está bien ser conscientes de los momentos de luz, pero también serlo de los que no lo son, para poder así, en lugar y más allá de intercambiarlos, hacer de ellos una misma palabra, un nuevo concepto. Algo así como, "La informalidad de la forma". Algo así como, "Recuperando la verdad de Apolísio", o "El reencuentro del verdadero origen de Díolo y su eterno retorno".