jueves, 13 de mayo de 2010

Ganesha empapelado

Me faltaban oficios
para atestiguar con las manos
las salidas innombrables de aquellos bueyes.
Si hubiera tenido a mano un trozo de seitán,
se lo hubiera empotrado en la superficie hocicada
y me hubiera quedado tan ancha, tanto,
que podría haberme quedado sin cenar
sin importarme apenas un poquito.
Me faltaban tornillos
que argumentaran todo ese material
que se gestaba voluptuosamente y sin yugo,
sin timón, yo, esa yegua descaprichada y sin llantas,
aunque la Yanta no parara de llorar.
Y ni los oeils de boeuf hablaran ya con Vishnú
ni con cualquier (otro) elefante.
Ganesha, letrado sin habla, estaba al final.
Hoy, repentinamente, llueve el papel.