jueves, 20 de mayo de 2010

Que el polvo se encargue de soñar

Trozos de sílex desperezando el campo
de batalla espacial, de armas de chispa
de duro pedernal, de sangre, socavones
y una suerte de muerte previa
a la muerte sobria y de verdad.
Corazones sueltos en el “extracampo”,
pieles y cordones fuera del mar,
hinchazones aturdidos y quietos,
en un rincón, en un colchón,
lejos, ciudad.
No hay más vueltas de tuerca.
No hay más chispas cubiertas.
Estamos todos listos para saltar.
Si la ciudad sostiene luego
todo lo que queda
y todo lo que de nosotros quede
recibirá un premio a la materia
más resistente y con más tesón
por transformar.
Que dure, la tierra,
que el polvo se encargue de soñar.