jueves, 1 de julio de 2010

Morder o no morder (Movimientos de literatura erótica en 200 palabras)

Se me comenzaron a escurrir las medias como de costumbre. Marcos me estaba mirando y yo no podía dar un paso en falso. Me trasladé hasta el segundo escritorio cual geisha despiadada, dirigiendo mis pies en perfecta comunión, admirable maestría, y todo, por conservar mi status, por santiguar las reglas por enésima vez. Tuve tan mala suerte que aterricé de un golpe —la maldita goma de borrar se había interpuesto en mi camino— en la mesa de Claudia. Ésta se había ausentado momentáneamente y había dejado un pastelito de manzana al lado del lapicero, a medio morder. Los ojos de Marcos seguían clavados en mí. Si mi intención previa había sido retirarme a un lugar discreto en el que no “sugerir” absolutamente nada mientras me subía las medias, las imaginativas pruebas del destino me lo volvieron a poner difícil. Marcos me miraba y la manzana mordida comenzaba a filtrarse en mis sedientas fauces. Subía con sus hilos de acidez como cerdas de grano azucarado, escarbando en lo más profundo de mis papilas gustativas, agarrándose como garfios que quisieran dejarme al descubierto, dejarme sin piel —y sin puesto, por supuesto—. Yo insistí en poner mi cara de “poker”. Me escurrí.