lunes, 29 de noviembre de 2010

Ni el rigor ni las plantas (las estrellas se esconden debajo del cristal)

Las estrellas se esconden debajo del cristal,
e insisten, e insisten, e insisten en comprar
caracoles por monedas, alas por pan.
Los agujeros se atrapan bajo el cielo
y aparecen cuando pueden en forma de luz,
pues se desesperan, pues se desesperan,
pues se desesperan si nadie los ve.
Los corazones enlatados no laten
si el sonido no existe tras la paz,
y a veces muerden, se muerden,
muerden sin pensar que hay más.
Detrás los rombos, picas, señales
y bastos y nada con qué luchar,
ya que marean, marean, marean mal
sin vicio ni cortina ni reposapájaros;
ni brillo ni cantar tras el sueño
o el reposo crepuscular.
Las estrellas se vuelven pues
dormidas a esconder
su huella de esquina,
su última angostina,
su estría y su prueba,
su hueco y su bravía, su mal singular.
Los huevos y las estrellas pues
se mueven y se muerden
o se pierden si mueren
como la yema de los trozos
disecados de una parte
que no encuentra rincón
para pensar.